Quintana-Lopetegui: la dupla de más bajo perfil

El mito es la última verdad de la historia, el resto es efímero periodismo." El enorme cartel con la frase de Jorge Luis Borges es lo único que queda de la herencia kirchnerista en el salón Martín Fierro de la Casa Rosada. Es la antesala a dos de los escritorios que rompieron el molde de los gabinetes tradicionales: el de Gustavo Lopetegui y el de Mario Quintana.

Ambos ex McKinsey aparecen como los coordinadores del nuevo engranaje de gestión macrista bajo la órbita del jefe de Gabinete, Marcos Peña. Se reparten entre ambos 22 ministerios, 13 organismos descentralizados y 16 empresas en las que el estado es accionista principal. Es común verlos llegar a las 8.30 y partir poco después de las 20.30, siguiendo el ritmo de la agenda del día que, a diferencia de lo que se pensaba al principio, excede la órbita económica.

Los 45 lápices negros reposan sobre la mesa contigua al escritorio de Lopetegui. Allí se acomodan también los caramelos de menta, las hojas en blanco en las que delinea lo que va conversando y un imponente cuadro de Jorge Dermijián.

"Es muy frecuente que uno abra la puerta del otro cuando estás reunido porque claramente funcionan como un equipo que se conoce de toda la vida", comenta un directivo que se reunió con ellos hace poco menos de una semana. De hecho, sumaron al sector público un liderazgo al mejor estilo McKinsey. Cuentan con equipos de analistas asignados (uno senior y otro junior) a cada uno de los ministerios y llevan un pormenorizado detalle de las metas trazadas para los próximos cuatro años con sus respectivos proyectos y manejos presupuestarios. Suelen revisar las metas contra los resultados en un gran tablero de comando que da la sensación de cronograma invertido sobre los días que pasan y las cuestiones que entienden son imprescindibles de resolver. La forma en la que se repartieron las responsabilidades es aleatoria, ya que se complementan.

Por ejemplo, hace menos de un mes terminaron de rearmar todo el presupuesto para alcanzar el 4,8% de déficit comprometido por el ministro de Hacienda, Alfonso Prat-Gay. El objetivo en este caso pasa por eliminar una práctica habitual de los últimos doce años en los que se subestimaban los resultados para ampliar las partidas y tener la posibilidad de asignaciones discrecionales. También por generar la conciencia de recursos y prioridades entre los funcionarios que lideran.

El objetivo principal que les había dado el Presidente para los primeros 130 días pasaba por "cambiar...

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