El Réquiem, con el sonido Brahms

Brahms: un Réquiem alemán, op. 45, para solistas, coro y orquesta. Orquesta Filarmónica de Buenos Aires. Director: Enrique Arturo Diemecke. Solistas: Carla Filipcic Holm y Lucas Debevec. Director de coro: Miguel Ángel Pesce. Sala: Teatro ColónNuestra opinión: Muy buenoAl escuchar el Réquiem de Brahms, que el miércoles fue el programa de la Filarmónica de Buenos Aires dirigida por Enrique Arturo Diemecke, se corrobora que el genio tiene derecho a perturbar las ideas establecidas. Brahms es perturbador por su mensaje y sus medios de expresión. Sus ideas retan al sistema permanentemente. Por sus nutritivas complicidades con el pasado, la musicología clásica lo retrata como un conservador, cuando en verdad se trata de un creador con ojos nuevos, con maneras nuevas de mirar problemas viejos. Buena parte de esas ideas están resumidas en el Réquiem.En la primera parte de la obra, Brahms hace callar a violines y clarinetes para disminuir agudos. Pero nada es cubierto por la oscuridad. Los silencios de Brahms no comunican lobreguez. A partir del Réquiem, esos silencios se parecen cada vez más al suspenso. La música que Brahms escribió para este notorio coloquio con la muerte tiene una relación no siempre paralela con el texto, que fue extraído de la Biblia alemana de Lutero. Su poética dulzura lleva con curiosa intensidad al amor por la vida y despeja a la obra de su carácter fúnebre. Y aunque muchas veces se haya dicho que este Réquiem es portador de un mensaje de consuelo, puede ser lícito pensar que, más bien, se trata de un mensaje de esperanza.Por sus peculiaridades expresivas, el Réquiem es una obra de muy difícil interpretación. Si se cotejan algunas de las grandes versiones (Bruno Walter, de 1954; Karajan, de 1976; Klemperer, de 1961, o más recientes, como...