Quemar las naves y hacerse humo

Todos necesitamos, de vez en cuando, ser otro. Y cada cual busca el modo de conseguirlo.A mis veinte años me gustaba caminar por la noche de la calle Corrientes como si fuera un extranjero. Entraba en las librerías y hurgaba entre novelas viejas sin saber bien qué buscaba, hasta que el último empleado apagaba con un bostezo las luces del salón. Otras veces me metía en la sala Lugones del San Martín sin preguntar qué proyectaban, y por dos pesos me sentaba en la butaca a la espera de películas donde los personajes hablaran una lengua de procedencia incierta, sueco, húngaro, ruso, danés. En sus gestos, los actores expresaban sentimientos reconocibles que pertenecían al repertorio común de las emociones humanas. El sonido de sus palabras, en cambio, que ni me preocupaba por seguir en la traducción, me transportaba lejos, a un mundo en donde mis propias emociones encontraban descanso o se disolvían hasta la llegada de los títulos, tan impenetrables como el rostro de ciertas actrices nórdicas, puesto que estaban escritos en los caracteres de alfabetos desconocidos. Eso era lo que buscaba entonces: huir de lo conocido. Ser, por un momento, otro.Leemos novelas y miramos películas para descansar de nosotros mismos y del tedio de nuestra vida diaria. Transportados a otro lugar, a otra época, vivimos a través de los personajes mientras, gracias a la imaginación, ponemos en suspenso la realidad. Pero volvemos. Puntuales, razonables, cerramos el libro o dejamos la butaca y volvemos a nuestra pequeña existencia. Por eso siempre me intrigó el caso de aquellos que huyen en forma definitiva para convertirse en otros, para setearse de cero y empezar una nueva vida entre desconocidos, dejando atrás la anterior. El caso de Fabián Levitt, que acaba de aparecer en Colombia doce años después de haberse esfumado de su casa, me recordó un relato que escuché de chico: el de aquel hombre que le dice a su mujer "Querida, voy a comprar cigarrillos al kiosco de la esquina", pero una vez allí sigue de largo sin voltear la mirada y no regresa jamás. ¿De qué huye esa gente? ¿De un presente asfixiante? ¿De un pasado que la condena a un futuro tan indeseado como inamovible? ¿De ella misma?Toda existencia supone una narrativa, una historia que se...

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