Los puentes de la memoria

Más o menos para la misma época en que Teodoro Rojo nacía en Bureda, un pueblito español de la provincia de Burgos, William Jeppener cedía, el 3 de agosto de 1865, una fracción de su estancia Las Margaritas, en el partido de Brandsen, para que se emplazara allí la estación de tren del Ferrocarril del Sud que todavía lleva su nombre, estación Jeppener, como el pequeño pueblo que la rodea. Años después, cuando Teodoro Rojo llegaba al puerto de Buenos Aires, don Jeppener terminaba de vender el último de sus campos, en total, casi 9000 hectáreas entre el río Samborombón y el arroyo González.

Teodoro Rojo, mi bisabuelo, era un adolescente cuando en Migraciones registraron su ingreso al país el 11 de julio de 1882. Jornalero, 14 años, consigna el buscador online del Centro de Estudios Migratorios Latinoamericanos. Había zarpado en el navío Santo Domingo del puerto de Santander, pero su rastro se pierde en España. La memoria familiar da por cierto que se fue de Bureba sin más compañía que la de unos vecinos que lo tentaron a probar fortuna al otro lado del mar. Y que ese día en que atravesó las oficinas del centro de inmigrantes iba solito con su alma, 14 años, un documento precario y algún bulto de ropa por todo equipaje.

A partir de ahí la historia se cuenta a los saltos. No sabemos qué lo llevó a rumbear para esas tierras al Sur donde, hasta hacía no tantos años, la bravura de los indios pampas todavía desafiaba los fortines. Pero para la época en que él llegó eso ya formaba parte de un pasado épico y las afueras de la gran aldea vibraban en plena expansión. Lo vemos trabajando como dependiente en algún almacén donde, por las noches, los que no tenían nada, como él, sacaban de abajo del mostrador el colchón en que se acostaban a dormir. Lo sabemos muy poco después, a los 19 años, casado con una criolla hija de inmigrantes italianos, Margarita Bonifacio (Bonifacini, en realidad). En tiempos todavía apretados, en cuanto él se acostaba a dormir la siesta, ella le lavaba la única bombacha de campo que tenía para que volviera a ponérsela limpia por la tarde. Lo sabemos después ya...

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