Donde todo puede pasar

SAN DIEGO, California.- Dicen que todo puede pasar en Comic-Con. Y uno acepta la máxima con una sonrisa, pensando que ese "todo" suena a demasiado y a nada a la vez. Hasta que una tarde, en un segundo, y casi sin darse cuenta de lo que está pasando, una se convierte por un rato en la asistente personal de Robert Downey Junior. Por un rato corto, pero que parece eterno, porque estamos hablando de Iron Man, del todavía indiscutido rey de esta convención de cine y televisión que terminó ayer. Pero que para mí durará un tiempo más, tal vez para siempre, porque, repito, en cuestión de segundos y por un providencial y literal paso al costado me transformé en parte del séquito del actor que anteayer apareció por acá con casi todos sus compañeros de Los Vengadores para promocionar la película que se estrenará el año próximo."Cuando Robert termine la entrevista, va a salir por acá donde estás parada. ¿Hay algo con lo que se pueda tropezar? ¿Podés mantener el espacio abierto?", el guardaespaldas, un señor que bien podría interpretar a alguno de esos generales de los que Tony Stark suele burlarse en la pantalla, me mira directo a los ojos, pero igual dudo de que se esté dirigiendo a mí.Pero así es. Y entonces lo entiendo: en unos minutos Robert Downey Junior, pasando a mi lado, dejará la sala en la que los periodistas de todo el mundo hace rato esperamos amontonados en desprolija línea para verlo y escucharlo decir algunas palabras sobre la película que vendrá. Y yo soy responsable de que no haya cables, mochilas o cualquier otra cosa bloqueando su salida. Ya no me importa lo que el actor está diciendo, los que lo escuchan lo miran embobados y probablemente tampoco estén concentrados en el contenido de sus palabras. Es que, de cerca, su carisma deslumbra y entonces mi misión se vuelve aún más importante. No hay forma de que yo permita que el hombre se tropiece con esa botella de agua que algún descuidado dejó tirada justo en su ruta de escape. La saco del camino y me gano la aprobación del general guardaespaldas –en mi cabeza empecé a llamarlo jefe–, que me da las gracias y me indica con la mirada que el muchacho ese de la cámara se está acercando demasiado a nuestro Robert. Él se ocupa de explicarle que tiene que retroceder, que Iron Man necesita esa ruta de escape, y entonces, cuando todos estamos cuidando ese pedacito de alfombra como si fuera un paso de frontera, Downey Junior termina de contestar la última pregunta, sonríe su sonrisa de siempre y emprende la...

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