Hasta la próxima, Roger

Por qué lo bueno dura un suspiro. Por qué las alegrías son efímeras. Tanto esperar al Gran Roger (años, décadas, que parecieron siglos) y así, de pronto, se esfumó, desapareció, se fue, para seguir con la serie de exhibiciones idolatradas. La leyenda, a su paso, dejó su estela singular, un cúmulo de enseñanzas, el ejemplo de cómo el hombre (al fin de cuentas, sólo es un sujeto afortunado) siendo lo que es, tiene esa disposición y ese trato para con todos. Calidez con la gente, entendimiento con los periodistas y experto para los organizadores. Roger Federer, horas después de los encuentros con Juan Martín del Potro, de sus compromisos publicitarios y de su sonrisa infinita, deja un mensaje desde lo profesional y desde lo humano. Así se construye la carrera del más grande de todos los tiempos del tenis. Los ídolos locales seguro habrán aprendido del suizo.Siempre hay esperanza. Un lugar, aunque sea perdido en el espacio. ¿Un ejemplo? Le dijo al empresario Guillermo Marín, el que organizó la visita, de su intención de volver en un par de años a nuestro país. Un hombre común, aunque sea una súper estrella. Batata Clerc, que sirvió como enlace en las primeras negociaciones por su llegada con el manager Tony Godsick (el marido de Mary Joe Fernández), contó algunos secretos de tamaña grandeza. Federer trajo un solo custodio, que vino para supervisar su seguridad. Ese experto, que se desempeñó para ex presidentes como Bush y Clinton, le admitió que nunca vio una expectativa y un movimiento igual con alguna figura a la que le haya tocado acompañar. En ninguna parte del mundo. La pasión, detrás de la raqueta más famosa, que voló con su drive sin igual con la sencillez de un empleado bancario por el centro de la ciudad."Fue el mejor viaje de mi vida", advirtió el suizo al ingresar en el estadio, previamente al segundo y último partido frente al tandilense. Más tarde, lo ratificó en twitter. No fue una declaración de compromiso. Dicen, cuentan, que Federer se llevó algo que no había vivido nunca: una genuina emoción. Federer contaba que como fanático del balompié siempre le habría gustado salir a una cancha de fútbol y recibir una ovación. Y eso lo vivió en el estadio en Tigre, lo sintió como una cálida recepción de un escenario futbolero. Más imágenes de la pequeña gran revolución helvética: luego del último partido se quedó firmando como 50 pelotas, con toda calma...

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