Producido en Argentina: en una pequeña finca de Salta recuperó el oficio cafetero de su padre, 'Me enamoré del proyecto y no me importó nada'

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Son casi las cinco y media de la tarde de un domingo otoñal. Los últimos rayos del sol se esconden entre los árboles tupidos de hojas anaranjadas, amarillas y marrones. En la plaza Seeber, en el barrio de Palermo, hay una gran convocatoria: está por finalizar la quinta edición de Feca, Festival de Café, y todos los stands de las diferentes confiterías y bares Notables están repletos de gente. Entre los puestos, llama la atención la larga fila que se formó en "Baritú", un café orgánico y natural que se produce 100 % en Argentina .

"Dos espressos", solicita un joven que se acercó desde San Antonio de Areco. En la cola también estaba Valentina, quien pasó a dar una vuelta acompañada de sus dos perras llamadas Mora y Pinina. "Me sorprendí cuando me enteré de que existe un café que se produce en nuestro país. Vine directo para probarlo y me encantó", afirma con la taza de la infusión calentita en su mano. De la máquina cafetera salen, sin parar, otros pedidos. Graciela Ortiz Balut, con una sonrisa, saluda amablemente a cada cliente que se le acerca a felicitarla o consultarle algunas curiosidades del emprendimiento familiar.

Una historia que empezó en la selva

Antonio con sus hermanos

La historia comenzó en la década del 70 cuando su padre Don Antonio, junto a sus hermanos, se sumaron al programa estatal "Salta Café" que impulsó su producción en la selva tropical. En una pequeña finca en Orán, el el departamento Aguas Blancas, al noroeste de la provincia de Salta, crecieron, entre las yungas de altura, los primeros cafetales argentinos. Los hermanos, sin imaginarlo, fueron pioneros en el rubro . El proyecto parecía ir viento en popa, pero en los 90 ´con el plan de convertibilidad, no pudieron competir con los grandes productores internacionales y se fundieron. "En ese momento no estaba la cultura de lo artesanal y natural como ahora. Lamentablemente los cafetales quedaron abandonados y la selva se los devoró", rememora Ortiz.

A principios del 2000 ella comenzó a incursionar en el turismo alternativo y montó en la finca unas pintorescas cabañas ecológicas. Durante el día, junto a sus huéspedes, salían a caminar por las yungas y en el recorrido observaban detenidamente las huellas de los históricos cafetales.

Antonio, el padre de Graciela

"Recuerdo que una tarde, mientras nos sorprendíamos con la naturaleza, los aromas y sonidos de la selva, sentí una corazonada. Detuve la marcha, cerré los ojos y una voz interior me dijo: "No puede estar todo...

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