Problemas de fondo de una crisis política

María Matilde Ollier nos recuerda que quienes quisieron respetar las normas nunca consiguieron la gobernabilidad y quienes lograron la gobernabilidad nunca respetaron las normas. Lúcidos historiadores nos refrescan, a su vez, que sólo dos shocks económicos consiguieron ordenar todas las variables: la hiperinflación de 1989 y el crac de 2001; de esos incendios voraces y de sus dolorosas cenizas nacieron dos regímenes peronistas antagónicos pero igualmente permisivos con el saqueo, las violaciones institucionales y el irresponsable crecimiento del gasto público. Agrego solamente, y a modo de prefacio, dos datos fríos: hipoteca cristinista de por medio, el Estado necesita hoy cerca de 30.000 millones de dólares por año para seguir financiando esta peligrosa ficción llamada Argentina, y los "abanderados de los humildes" nos han traído hasta este país profundamente fracasado, donde según el último estudio de la UCA hay casi 14 millones de pobres estructurales. Dentro de este escenario de penas y de negaciones malsanas, donde ninguna administración fuera del "partido único y patriótico" logró terminar su mandato, los grandes actores de la comedieta nacional intercambian inepcias, soberbias, insultos, mentiras, piedras, molotov y balas de goma, y desarrollan un fabuloso torneo de demagogia para básicos.

No se puede analizar en serio la crisis desatada por el bochorno del jueves sin describir una vez más estas condiciones objetivas de la historia contemporánea. Es que ciertos miembros del oficialismo, del círculo rojo e incluso amplios segmentos de la comunidad suelen comprar la quimera de que el 42% de los votos y la derrota de los kirchneristas han sepultado por fin al populismo y han asfaltado la pista de despegue. Partiendo de ese diagnóstico equivocado, el ritmo de la gestión les parece incluso cansino y las reformas, poco audaces. Módicas y todo, hubo que defenderlas con Gendarmería Nacional, y la sesión en el Congreso no sólo naufragó por los desmanes de la patota, sino por su propia inviabilidad política.

El Gobierno eligió erróneamente diciembre para amargar el turrón y dio por perdida de antemano a la opinión pública; resolvió entonces desertar de la pedagogía, abandonó el campo y facilitó así que vivillos y calculadores a ojo llenaran el vacío e impusieran su criterio. Este error primordial obró el milagro: los chavistas argentinos que vaciaron la Anses, vetaron el 82% móvil, crearon una cámara para obstruir los juicios y permitieron que...

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