La prisión de Guantánamo comienza a despoblarse

Desde que la prisión de Guantánamo comenzó a operar, en enero de 2002, cuando llegaron a ella los primeros prisioneros, aprovechando una suerte de limbo jurídico, esa triste cárcel alojó a 779 detenidos procedentes en su gran mayoría de distintos rincones del mundo árabe. Todos ellos estaban acusados de haber participado en violentas actividades terroristas. De ese total, 637 fueron liberados. Algo más de un centenar quedaron en libertad durante la presidencia de Barack Obama, quien, en la última campaña electoral, se comprometió expresamente a tratar de cerrar esa oprobiosa prisión.

El año pasado se liberaron concretamente 28 prisioneros, mediante transferencias a terceros Estados, entre otros, a Uruguay y Afganistán. Esa cifra incluye a los cinco detenidos tres yemenitas y dos tunecinos que fueron enviados a Kazakhstán, justo antes de que concluyera 2014. Todos habían estado, en promedio, algo más de 12 años en Guantánamo sin que hubieran sido juzgados por las responsabilidades que les pudieran corresponder.

Queda claro que la promesa del presidente norteamericano de clausurar ese oscuro penal aún no ha sido cumplida. También, que se han hecho esfuerzos para tratar de disminuir el contingente de prisioneros que aún se encuentra detenido, tarea que, cabe reconocer, está repleta de toda suerte de complejidades y plagada de innegables riesgos.

Mientras tanto, el terrorismo fundamentalista islámico no sólo no ha desaparecido, sino que sigue siendo un extendido e inmenso peligro para todos en cualquiera de las múltiples formas que éste ha adoptado con el paso del tiempo. Desde pequeñas células operativas hasta fuerzas de significación, como la que opera en el...

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