Un presidente optimista que busca construir la gesta de la ilusión

La quinta de Olivos se ve diferente. Es fácil advertirlo para quienes hemos estado allí antes. Es la primera que vez que un primer mandatario la habita con un hijo tan chico como Antonia, y ella, en su bicicleta con rueditas, es la primera imagen que recibimos los periodistas de LA NACION cuando bajamos del remise en las calles interiores de la residencia, para trasladarnos al quincho donde se hará la entrevista con el presidente Mauricio Macri, su padre.

No se ven tampoco esos dispositivos de protocolo y seguridad rigurosos hasta la asfixia que se disponían en presidencias anteriores y que casi impedían moverse por el predio. Son las primeras impresiones.

También parece distinto Macri de cuando era presidente electo, candidato o jefe de gobierno. Acaba de terminar la segunda entrevista del día cuando recibe al equipo de LA NACION, después de haber viajado por la mañana a Chaco. No parece cansado sino que transmite una sensación de confort. De estar en el lugar que quiere estar.

En el primer intercambio, después de los saludos, admite estar tranquilo, a pesar de los problemas que su gobierno enfrenta en estos primeros 100 días, como la inflación. La práctica del yoga puede ser una de las razones, pero esta semana tuvo una ayuda especial: la aprobación en Diputados de las leyes necesarias para acordar con los holdouts y el avance en el Senado de los dos candidatos que propuso para la Corte. Dos buenas noticias que preceden a la esperada visita de su par de Estados Unidos, Barack Obama.

Antes de que se enciendan las cámaras también reconoce que le resultan más fáciles las entrevistas como presidente que las que enfrentaba como candidato. Al igual que el tenista que juega contra el frontón y no contra un adversario.

Macri no elude ningún tema. No se altera ante alguna pregunta incómoda o que pueda complicarlo. No mira a sus asesores para responder, como sí solía hacerlo cuando estaba en campaña. Tampoco recurre a la chicana o al chiste fácil y no siempre feliz, como alguna vez en el pasado.

Dice tres veces, como para confirmar que es una de las pocas cosas que le molesta de sus primeros 100 días de vida presidencial, que siente cierto aislamiento, que va "perdiendo cierta vida propia".

Ante cada pregunta en la que se lo expone a los problemas que afectan a los argentinos, como la inflación, la pérdida de empleos, la...

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