Un presidente funcional al libreto cristinista

Quienes pensaron que Alberto Fernández sería una barrera ante el avasallamiento de las instituciones han sufrido un golpe a su esperanzaEn eso de cambiar de ideas, posee un récord difícil de igualar si se pasa revista de los partidos en los cuales recaló, los gobiernos de los que formó parte y las contradicciones en las que incurrió con sus propios dichos.Durante su juventud, cuando nadie imaginaba que alguna vez ocuparía el sillón de Rivadavia, hizo suyas las observancias doctrinarias del nacionalismo constitucional. No duró mucho en esas tiendas y migró al peronismo sin que, en un principio, fuese un militante puro y duro del autodenominado movimiento nacional y popular. Por primera vez asomó la cabeza en un cargo oficial durante la administración menemista a la que, años más tarde, estigmatizó con esa proverbial falta de decoro que caracteriza a quienes afilan críticas contra sus pasados jefes con el solo propósito de quedar bien con los nuevos. Se subió luego a la campaña electoral duhaldista y buscó fondos para solventarla. Perdidoso en las urnas el justicialismo, a manos de se unió a Todavía se cuidaba de cargar de improperios a la convertibilidad.Pronto cayó en la cuenta de que no llegaría lejos al lado del exministro de y, sin escalas ni explicaciones de ningún tipo, se sumó al Grupo Calafate, una suerte de think tank surgido alrededor del entonces todavía poco conocido gobernador de Santa Cruz. De ahí en más su derrotero no fue secreto para nadie. Eso sí: siempre resultó zigzagueante en sus (múltiples) idas y venidas sin cuentas. A partir de mayo de 2003, obró como mano derecha de desde la Jefatura de Gabinete, donde su obediencia y su docilidad lo pusieron convenientemente a cubierto de las iras del primer mandatario. Muerto este y enfrentado con su sucesora en la Casa Rosada, renunció, pero no se llamó a silencio. A poco de estar en el llano, inició una maratón de hostigamiento, a expensas de , y recibió una de las censuras más estridentes que se recuerden. Menos linda, se permitió decirle de todo, al extremo de que nadie en su sano juicio podría haber considerado posible una reconciliación entre ellos. Pero en política los agravios son de suyo pasajeros. Luego de sumarse a las filas de y de y de haberlos abandonado en el camino, aceptó encantado el inusual convite de quien lo llamó para ofrecerle que encabezara la fórmula presidencial del Frente de Todos. Su lema, una vez más: "Lo pasado, pisado".Sepultó prontamente las...

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