El Presidente desciende, solito, a los sótanos de la democracia

Alberto Fernández durante la cadena nacional del lunes

En el trabajo de los periodistas hay un momento, que probablemente sea el más complejo, en el que hay que contestar la pregunta sobre qué es lo principal y qué es lo accesorio . Qué es lo relevante en la narración de un de un día, de una secuencia en la vida de una sociedad y qué es lo secundario. Esa pregunta nos la podemos hacer en el día de hoy.

Una forma de resolver el dilema es imaginar el futuro y desde el futuro mirar el pasado. Ponernos en la cabeza de un historiador, dentro de 80 o 100 años y analizar qué es lo que va a recordar del día de hoy. ¿Va a recordar que un grupo de jueces realizaron un viaje a Lago Escondido con empresarios periodísticos, un agente de inteligencia y un ministro de Seguridad de la Ciudad? ¿O va a recordar que eso se supo por una operación de inteligencia clandestina, por una filtración de información, y que el presidente de la Nación, se sirvió de ese espionaje para hacer un uso político, para hostigar a quienes considera sus rivales y sobre todo, como él mismo explicó hoy, para presionar a la prensa?

Cada uno toma la prioridad que le parece, según su escala de valores, su interpretación de la vida pública y por cómo entiende el funcionamiento de la sociedad. Para nosotros hoy, lo más importante que pasó en la Argentina es que finalmente, incumpliendo su última promesa, Alberto Fernández descendió a los sótanos de la democracia y se hizo cargo de una operación de espionaje clandestino poniéndola en su boca para presionar a la prensa que, según él, no la quería publicar.

Muchas veces uno naturaliza este tipo de degradación institucional y de las prácticas políticas porque van sucediendo de a poco. Si uno desmonta ese mecanismo de automatización y si se quita de encima la anestesia que produce la costumbre, se podría ver que ayer fue un día tristemente importante en la Argentina , porque el Presidente usó la cadena nacional -que no usa nunca, creo que hay un solo antecedente- para comunicar y poner potencia comunicativa a una operación de espionaje.

El cree que está justificado por el contenido, que revela esa operación ilegal. Es verdad que el contenido es muy grave porque se trata de un grupo de jueces federales planificando delitos. Para Fernández, eso justifica el espionaje y que él le dé más potencia a la información referida a ese espionaje. Sin embargo, es un error conceptual, político y jurídico importante porque las garantías están hechas para cualquier tipo de contenido. No es que cuando algo es leve no se debe divulgar y cuando es muy grave se debe divulgar, aunque venga de una operación de inteligencia clandestina. Cuando uno dice: "No puede ser que esto no se divulgue y no se sepa", ahí es donde vale más la norma, el sentido de la ley, la idea de que eso no se hace. Y hay cosas que se hacen y hay cosas que no se hacen . Alberto Fernández hizo algo que no se hace, al igual que esos jueces.

El presidente Alberto Fernández en Villa Mercedes, San Luis

La garantía sobre la intimidad de las personas no tiene que ver con el contenido de esa intimidad, sino con la intimidad misma, cualquiera sea el contenido de aquello que se está revelando. Hay algo más grave en todo esto. El Presidente dijo este lunes: "Hago esto porque la prensa no lo publica". Es decir: lo hago para violentar la reticencia que pueden tener los periodistas y los medios al publicar cuestiones que vienen de un origen espurio, como es el espionaje clandestino. Él había prometido no hacer uso de esas artes en el discurso inaugural de su mandato y hay que decir algo, cumplió bastante . Inclusive cumplió desactivando por completo la Agencia Federal de Inteligencia (AFI) que hoy probablemente no sirve para nada. Lo cual es también una irresponsabilidad. Hoy incumplió esa promesa inicial como incumplió tantas otras.

Cuando por obra de la AFI del gobierno de Macri, que dirigían Gustavo Arribas y Silvia Majdalani , pusieron al rey de la efedrina, Mario Segovia, un preso especial, en el pabellón donde estaban alojados los presos kirchneristas con prisión preventiva, para tener la excusa de tomar el teléfono de ese pabellón y escuchar lo que hablaban ellos con los amigos de afuera, por ejemplo con el diputado Eduardo Valdés , nosotros no nos hicimos eco del contenido de esas grabaciones. Las condenamos. Cuando se ventiló el intercambio hecho por una grabación, en este caso, por una intervención "legal" de las denominadas precausas, los intercambios entre Cristina Kirchner y Oscar Parrilli tampoco los reprodujimos. Pido disculpas por cierta autorreferencialidad. Si uno dijera "ojo por ojo y diente por diente" tendría algún derecho porque en la campaña del año 2009, Néstor Kirchner, candidato a diputado, dio una conferencia de prensa con un mail mío de un intercambio con Francisco de Narváez que fue publicado en Página 12 , donde el expresidente lo hace publicar. Seguramente, una operación de inteligencia que hacía su sirviente de aquel momento: el tenebroso Antonio Stiuso . Lo publicó una periodista que no vale la pena ni mencionar porque, pobre, seguramente para tener el trabajo tenía que hacer ese tipo de cosas.

Antonio Stiuso

Entonces, ¿qué es lo que uno decide divulgar o no? Esa es la pregunta. Estamos en una sociedad donde ya la intimidad y la reserva no existen por razones hasta tecnológicas. En un país donde nadie controla este tipo de delitos porque nadie lo sanciona. Porque no hay ningún juez en Comodoro Py, como está demostrado en todas las causas de inteligencia del gobierno anterior, que se anime a imponer una sanción. Por eso los involucrados buscan ir a Comodoro Py y por eso se promueve el espionaje. Porque no hay sanción .

Por otra parte, sería interesante ver si hay una conversación privada de WhatsApp o de Telegram, con un contenido inconfesable de amigos de Fernández, si él va a utilizar la cadena nacional para denunciarla. Sería muy interesante saber si lo haría.

En esta historia del viaje a Lago Escondido, que a Fernández lo escandaliza, aparece un personaje muy interesante y pasa casi inadvertido. Estamos hablando de jueces que mantienen una relación casi fraterna, de compinches, con un abogado que se llama Leonardo Bergroth . Fue durante todo el alto reinado del kirchnerismo en la secretaría de inteligencia, los años de Stiuso, de Larcher, de Néstor Kirchner, el jefe del departamento de jurídicos. Para decirlo de una manera más concreta...

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