La Presidenta gira y el cristinismo mira para otro lado

Digamos que un hombre quiere aprender buceo y recurre a un experto que le recomienda una experiencia didáctica en un lugar determinado de la costa. Cuando se sumergen, dos tiburones atacan al cliente y le destrozan a dentelladas las piernas. Luego de varias operaciones, el cliente reflexiona en cama sobre su desgracia. ¿Su enojo se dirige a la naturaleza agresiva de los tiburones o hacia la ineptitud del instructor que lo metió en ese mar infestado y lo dejó inerme frente a ellos? Cualquiera conoce la repugnante eficiencia de los "fondos buitres" que nadan en el frío e implacable océano financiero internacional. Lo sorprendente es la negligencia gestionaria que nos coloca ahora a tiro de sus dientes, con peligro de default judicial y en una secuencia que, si Dios no ilumina a la justicia norteamericana, puede complicar la economía de dos generaciones de argentinos.No importa que hayamos atravesado una década a tasas chinas y que podamos vanagloriarnos de tener un crecimiento cercano a Australia y Canadá. Y que con esas condiciones excepcionales no hayamos resuelto nuestro frente externo con los holdouts ni con el Club de París, algo que estaba previsto en el cronograma original de Néstor Kirchner. Lo que importa para el progresismo cristinista, para el muchachismo tardío, para los apóstoles del relato cambiante, es que la dramática circunstancia permite armar otra vez una épica de patriotas y cipayos por la liberación nacional y contra los tiburones. Que son malos y muerden.A buena parte del progresismo nunca le interesó la realidad. Se ha fabricado un castillo de ideas antiguas, batallas culturales, prejuicios políticos y lugares comunes, y ha decidido vivir dentro de ese confort. Su relato autocomplaciente es anterior al kirchnerismo y, aunque un tanto maltrecho, lo sobrevivirá. Puesto que tiene una épica para ganar y otra para perder. Si ganamos es porque somos los mejores, y si perdemos es la comprobación de que éramos demasiado buenos. Al revés que Kirchner, quien no sentía ninguna simpatía por este cardumen artístico e intelectual, su esposa siempre fue cholula de esos sumos pontífices. Es así como una peronista pura y dura de una provincia feudal, sin interés público por los derechos humanos ni por la literatura de izquierdas, se deja encandilar de pronto por los espejismos y prestigios de esa grey. Que para Néstor sólo tenía una función utilitaria: escudos humanos y predicadores de la buena nueva. Cristina, en cambio, sueña con que la recuerden y...

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