La Presidenta aún puede cambiar

En diciembre, en un clima de exaltación triunfalista, asumió la Presidente su segundo mandato. En un encendido autoelogio del kircherismo reclamó, sin embargo, que la política se encamine para afirmar desde todos los sectores el objetivo superior: la Nación Argentina. La Presidente, desde la elección de octubre es la pieza clave del poder argentino. ¿Será capaz de protagonizar el gran viraje que las nuevas circunstancias económicas y la fatiga y discordia de su entorno imponen? El éxito fue de otro momento y de otro estilo, de autocratismo nestoriano. ¿Será capaz de pasar de la repetición a esa "gran política" entendida no como episodio de mero gobierno ocasional sino como destino y existencia de una comunidad en cuanto totalidad de los sectores de un pueblo cohesionado en su acción y en su voluntad de bienestar?

Luego llegó enero con el sobresalto de la enfermedad felizmente superada. Esos días de tribulación demostraron que el kirchnerismo estaba reducido a un one woman show. La casa quedó vacía y el escritorio presidencial intacto. Mientras tanto retumbó el estridente silencio de toda una oposición que había llenado los programas vía cable. Nada quedaba de los guiños cómplices de Carrió ante las cámaras, ni de los lugares comunes de Ricardo Alfonsín, con su gritería y sus braceadas. Lo cierto es que un 46 por ciento del electorado quedó huérfano de respuesta de una dirigencia opositora que no comprendió el llamado de unidad que había vencido al kirchnerismo en el 2009. A la vez que la sólida mayoría presidencial multiplicaba su valor ante oponentes deshilvanados.

En el proscenio político sólo quedaron en pié los que tuvieron un electorado propio: desde ya la Presidente, Scioli, Macri, Binner y un sindicalismo que suele fortalecerse como custodio del peronismo cuando fracasa la dirigencia política, como ocurrió durante el largo exilio de Perón y con la intentona montonera. El sindicalismo es el bastión más sólido (institucional) del sentimiento peronista. Fue como una larga vacación escolar hasta que el caliente febrero terminó con el estrépito de la chatarra estrellada en la estación de Once. 51 muertos, 700 heridos. Se presintió que podría ser más que un accidente. Muchos vieron el Chernobil de esa corrupción argentina que avanza por todos los espacios. Ese tren infortunado era todos los trenes, las rutas sin inversión, los hospitales, la infraestructura de un país varado, todas las coimas y negociados, los amigotes multimillonarios, la...

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