Más presentes, pero...

La escena transcurre en uno de los más destacados establecimientos médicos de zona norte. Quien la relata es un papá que como parte de su rutina familiar lleva a su hija a un control de pediatría: "Estaba en el hospital y me vi en la necesidad de cambiarle el pañal. Fui entonces al baño de varones y me encontré con que no había lugar para cambiar bebes. No me quedó otra que apoyar entre bacha y bacha el cambiador y empezar a cambiarla. Cuando estoy en eso entra un señor y se queja: «Ahora yo ahí no me puedo lavar las manos». «En la mesa del bar sería peor», le respondí", recuerda Miguel Castaños Zemborain, abogado de 34 años y papá de Trinidad, de un año y dos meses.

Es una anécdota mínima, cotidiana hasta el hartazgo y compartida por toda una generación de padres que hoy no le hace asco a los pañales. O, mejor dicho, de una generación que, a diferencia de sus padres o abuelos, no esperará a que el hijo -¡si tiene la suerte de que sea varón!- esté en edad de patear una pelota para empezar a establecer un vínculo e involucrarse en su crianza. La anécdota lo que ilustra es uno de los tantos pequeños -o a veces no tan pequeños- obstáculos que se interponen entre ellos y su deseo de cumplir con tareas que años atrás eran exclusividad de las madres (o de compartirlas con ellas). Es la falta de cambiador en los baños de varones, sí, pero también son los escasos dos días de licencia por paternidad que hacen que muchos deban sacrificar días de vacaciones para no perderse los primeros momentos de sus hijos y poder participar activamente de esa hermosa revolución que se desencadena con la llegada a casa de un bebe.

"Hubiese sido muy angustiante no haber podido compartir sus primeros días de vida, empezar a conocerlo, dormir las primeras siestas con mi hijo recién nacido, del mismo modo que hubiese sufrido no poder decirle a mi mujer: tranquila, qué necesitás, yo me encargo de las compras, de cocinar, de lavar...", asegura Matías Santalices, de 34 años, papá de Fermín, de 2. Matías es el contraejemplo: trabaja en Staples, una de las pocas empresas que ofrecen en la Argentina 15 días de licencia por paternidad a sus empleados. Es un privilegiado, y lo sabe: "No veo que la sociedad haya avanzado hacia ofrecer un sostén y un acompañamiento al papá basado en la idea de que su participación es tan importante en la crianza de los hijos como la de la mamá".

Los dos días de licencia por paternidad -¡lo mismo que asigna la ley en caso de mudanza!- se contraponen no sólo con su deseo, sino con un mandato social que hoy sostiene que los padres deben estar presentes en la crianza de los chicos. "Ya son muchas décadas en que la mujer trabaja a la par del hombre, y eso ha llevado a la solicitud de que los varones se involucren más, colaboren y se comprometan. Pero los padres que tratan de responder a la doble demanda, laboral y del hogar, sienten los efectos de la sobrecarga debido a que la ideología sobre el trabajo no ha sufrido cambios que otorguen...

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