Prehistoria de una historia fantástica

La piedra fundacional de Les Luthiers no fue en medio de un acto público con brindis y palabras sentidas. Fue en un camarín del Instituto Di Tella, el búnker de la renovación artística de los sesenta, en un momento de tensión. Pero, en verdad, para llegar a ese instante habría que remitirse a la prehistoria de esta historia: al grupo I Musicisti.

Ese colectivo nació en 1965. En Tucumán presentó Cantata Modatón. Un cronista de LA NACION fue a ver a esos chicos que rondaban los 20 años. Quedó tan entusiasmado que les propuso hacer una nota. Durante esa entrevista decidieron llamarse I Musicisti, cita humorística que remitía a un grupo italiano de música barroca. El grupo lo formaban Carlos Núñez Cortés, Raúl Puig, Guillermo Marín, Jorge Schussheim, Daniel Rabinovich, Marcos Mundstock, Daniel Durán, Jorge Maronna, Horacio López y Gerardo Masana.

¿Música? Sí, claro, fue el título del primer espectáculo. Anduvo bien. Muy bien. Alguien lo vio y propuso a varios de sus integrantes hacer un espectáculo en aquel sótano de las vanguardias. Se llamó Mens sana in corpore sano y lo dirigió Norman Brisky. Vino un segundo que llamaron IMYLOH (I Musicisti y las óperas históricas). En esa propuesta, Gerardo Masana comenzó a indagar en instrumentos exóticos. A uno lo llamó dactilófono, a otro lo bautizó como cello legüero. La obra tuvo excelentes críticas y mucha repercusión. Todo seguía bien. O todo seguía más o menos bien. Eran muchos y ponerse de acuerdo...

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