Prefacio. La fuerza de la oralidad
Autor | Alberto Binder |
Páginas | 9-26 |
Prefacio
LA FUERZA DE LA ORALIDAD
1
A. INTRODUCCIÓN
La necesidad de construir una visión con base empírica
sobre el funcionamiento del sistema de la justicia penal, tal
como comienza a realizarlo el estudio que aquí se publica,
producto del programa de seguimiento y evaluación de los
procesos de cambio de la justicia penal en toda la región, no
significa destacar meros detalles o quedar atrapado en un
relato periodístico sobre los defectos de funcionamiento de
la justicia penal. Tampoco significa demostrar “éxitos” o “fra-
casos”, como si se pudiera evaluar políticas públicas que pre-
tenden solucionar problemas seculares tal como si se tratara
del resultado de un partido de fútbol. Todo lo contrario, es
un intento para desarrollar nuevas formas de observación y
análisis del sistema penal que nos permitan continuar con
su progresivo perfeccionamiento, abandonando el fetichis-
mo normativista que oculta la realidad de ese sistema, o un
conceptualismo vacío que genera gran parte de las discusio-
nes insustanciales que muchas veces saturan la enseñanza
universitaria.
1 Este trabajo amplía y complementa el comentario a este mismo infor-
me y al informe regional publicado en la revista Sistemas Judiciales,
Nº 3.
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Frente a ello, situarnos en el plano de lo que “realmente
ocurre” nos debe impulsar tanto a una visión histórica como
a una visión político criminal de la justicia penal. Quien real-
mente aspire a contribuir a la gran tarea de fortalecer al
Poder Judicial —parte de la tarea más grande de fortalecer la
República—, y a un modo eficaz de evitar la sociedad y el
Estado violento, no tienen otro camino que la tenaz tarea de
observar, investigar, criticar y proponer nuevas soluciones a
problemas antiguos que el estado actual de nuestras buro-
cracias judiciales reproduce continuamente.
El estado de situación de nuestro país, el sufrimiento que
ocasiona el desorden y mal funcionamiento de la institucio-
nes estatales, la desorientación masiva y profunda de nues-
tras dirigencias, nos obligan a una mirada poco complaciente
—aun con nuestras propias obras—, a una acción decidida
—a pesar del cansancio, el escepticismo o el pesimismo y
de la permanente “falta de oportunidad o de condiciones”—
y a una pedagogía de la audacia y la responsabilidad —aun
cuando no podamos ponernos como ejemplo—. Hay poco
espacio ya para la falsa prudencia de los “tibios”. Una mira-
da de mayor alcance, que rescate o produzca conciencia his-
tórica, es una buena ayuda para superar las miopías del
presente.
Los ciclos de la reforma
El proyecto de construir una administración de justicia
republicana en nuestro país, que deje atrás las prácticas y
las funciones del sistema inquisitorial y contribuya a crear
una nueva institucionalidad, está aún pendiente de realiza-
ción. Si observamos su desarrollo a lo largo de nuestra historia
podemos hallar —con el riesgo de una excesiva simplifica-
ción— cuatro etapas en lo que se refiere a la justicia penal,
etapas que, por supuesto, todavía deben ser estudiadas y
analizadas con mayor profundidad:
1.La etapa fundacional, que comienza con los movimien-
tos emancipatorios y tiene su punto culminante en los traba-
jos de Guret Bellamare por encargo de Martín Rodríguez y
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