El precio de ser una 'chica Bond'

El mundo no basta y la hermosura tampoco: para ser una "chica Bond" hay que tener algo más que un cuerpo perfecto. Mejor dicho: hay que tener el cuerpo y la allure perfectos para la época; ceñidos a los cánones de feminidad y belleza dominantes, en transformación perpetua desde que, en los años sesenta, la serie de novelas creada por Ian Fleming dio el gran salto a la masividad del cine. Y aunque coprotagonizar las aventuras del célebre agente secreto no garantiza el desarrollo de una carrera cinematográfica brillante, suele ser vivido por la elegida (más si se trata de una actriz de fama moderada) como una verdadera coronación. Una doble victoria. Triunfa en el territorio de la belleza y triunfa como paradigma de la mujer moderna.

Así lo entendió también la ascendente actriz mexicana Stephanie Sigman, flamante compañera del 007 en su nuevo film, Spectre. Popular en su país, donde ha interpretado papeles que le valieron prestigio, Sigman sería la primera mexicana que integra la colección del británico James. Le tocará compartir pantalla con la colosal Monica Bellucci y con la francesa Léa Seydoux, cada una en la piel de su propio estereotipo. Porque si bien a las chicas Bond, además de belleza, se les exige excelencia profesional, destreza intelectual y estado físico atlético, es decir, que sean verdaderas superheroínas del siglo XXI, en algo las películas del espía se quedaron amarradas a la década de los años cincuenta: las mujeres son "buenas" o son "malas". Pese a las luchas (y las conquistas) feministas del siglo XX, los arquetipos del "cisne blanco" y el "cisne negro" permanecen tan escindidos como en la moral burguesa decimonónica.

Pero la consagración de Sigman se vio opacada en los últimos días...

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