Para Del Potro, más que un reto

Con evidente huella de melancolía, entusiasmado, pero con extrema mesura, durante una ventosa tarde de noviembre pasado en Cariló, Juan Martín del Potro le confesaba a LA NACION todo lo que añoraba al tenis, competir, compartir bromas y conversaciones con sus rivales en los vestuarios de los torneos, viajar con el raquetero al hombro, entrenarse con libertad. En definitiva, todo lo que siempre había hecho desde chico, cuando saltó de Tandil al mundo, y las cirugías de muñeca -en este último caso, la izquierda- no le permitían. "Cuando estás afuera del circuito y ves todo desde otro lugar, valorás mucho lo que tenés. Me pasó ahora, te juro. Hoy valoro más el tenis que si no me hubieran operado. Extraño la adrenalina. Es el combustible", dijo aquel día Del Potro, sobre el final de una suerte de pre/pretemporada en una playa, por entonces prácticamente sin turistas, situación que a muchos les hizo rememorar cuando Diego Maradona viajó a un pueblo pampeano para ponerse en forma antes del Mundial de 1994. "¿Sabés qué pasa? El tren sigue y yo quedé abajo", añadió, preocupado. Dos meses después de aquel trabajo, reapareció en el tour luego de 321 días inactivo. Debió ser en Brisbane, pero fue una semana más tarde en Sydney donde ganó dos partidos -a Sergiy Stakhovsky y Fabio Fognini- y perdió uno -ante Mikhail Kukushkin-. Viajó a Melbourne, con la intención de jugar el primer Grand Slam de la temporada, pero la maltrecha muñeca lo alarmó y cambió su rumbo a Rochester, para ingresar, una vez más en un quirófano, e intentar resolver el problema que le causaba dolor al pegar el revés de dos manos. De nuevo, la incertidumbre.

Después de...

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