La policía y sus modales...

En la esquina de Libertador y Barilari, en Belgrano, hay un local donde venden revestimientos para pisos y paredes; allí, junto a la vidriera, es un buen lugar con techo para protegerse de la lluvia mientras uno aguarda a que el semáforo habilite a cruzar la transitada avenida.

El miércoles pasado, al mediodía, llovía. Mucho. La vidriera estaba abarrotada. Este cronista, despistado, sin advertir demasiado, caminó entre la gente. De repente, una de las personas que allí estaban advirtió, a los gritos, de muy mala forma: "Señor? ¿Qué hace? ¿No notó que estamos en medio de un operativo?". Tres policías de la Federal sujetaban a un presunto ladrón. Realmente no los vi. Ofrecí mis sinceras disculpas. Pero el oficial no las aceptó y, elevando más el tono, amenazó: "Sos un maleducado. También te tendría que llevar preso a vos". Conté hasta diez para conservar la calma y lo primero que se me ocurrió fue decirle que él, a pesar de ser policía, no me podía hablar así. Que debía ser más respetuoso. Sin embargo, y todavía más alterado, subió la apuesta: "Yo a vos te hablo como quiero, pendejo". Me enojé... ¿Qué podía hacer? ¿Preguntarle si tenía miedo de mojarse el uniforme? ¿Responderle con vehemencia y arriesgarme a ser detenido? Conté hasta veinte, di media vuelta y seguí mi camino.

Los policías, cualquier servidor público, deben a los vecinos un buen trato. En cualquier circunstancia. Y debe haber reciprocidad.

El amor llegó a Puerto Madero

También en Buenos Aires las parejas adoptaron la moda de colocar candados en los puentes como símbolo de amor eterno. La costumbre, extendida en Roma, Florencia, París y otras ciudades del mundo, llegó a...

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