Desde el planeta TV

Antes de desearle buenos días a Vietnam, de unirse a la sociedad de los poetas muertos, de salir de la jaula de las locas y de ganar un Oscar, Robin Williams fue cómico de stand up. Y, de hecho, siguió siéndolo hasta el final. Cuando otros actores que como él lograron la fama después de años de transitar el circuito de los clubs de comedia le daban la espalda a su pasado pasándole lustre a su condición de estrellas del cine, Williams siempre fue el mismo. Aquel que volvía una y otra vez a los pequeños escenarios, que estrenaba material como si lo disparara con una ametralladora y que aprovechaba cada aparición pública para probarlo, darle forma, descartarlo y volverlo a crear. Era una manía que desarmaba a quien tuviera enfrente -basta con buscar en YouTube cualquiera de sus rutinas o recordar su participación en el ciclo Inside de Actor's Studio-, la misma que, a fines de los años 70, le consiguió el pase de actor invitado en la serie Días felices a protagonista de la indeleble Mork y Mindy."La televisión fue su cuna y, de alguna manera, su verdadero hogar. El medio le permitía la soltura y la espontaneidad que a veces son desterradas de las películas. La televisión fue el lugar que lo lanzó a la fama y, en tiempos más recientes, fue el espacio al que regresó en busca de estabilidad", decía ayer Alessandra Stanley, crítica de TV de The New York Times, recordando cómo aquella sitcom protagonizada por una bonita universitaria, Mindy, y un extraterrestre recién aterrizado del planeta Ork, Mork, funcionaba gracias a las...

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