Pesca artesanal: una actividad sustentable, familiar y muy riesgosa

Playa Larralde, CHUBUT.- Amaneció hace unos minutos, pero los preparativos llevan ya varias horas. Desde la noche anterior, Lucas del Río sólo le presta atención al pronóstico del viento que le indica que la salida debe ser a las 7. Los acompañantes tienen que estar listos a esa hora en la que comienza la ventana climática que les permitirá navegar y recoger vieiras, cholgas y almejas en las frías aguas del golfo San José, en la Península Valdés.

Promedia el mes de mayo y las temperaturas todavía son benévolas en estas latitudes, pero una buena ronda de mates es necesaria para afrontar la jornada que se prolongará hasta las 18. Sólo a esa hora la embarcación regresará con la carga completa: unos 50 cajones llenos de mariscos que un camión espera para llevar a la planta procesadora en Puerto Madryn, a unos 120 km de la playa.

Playa Larralde es un caserío en el istmo Florentino Ameghino, en Chubut. Un puñado de los 200 pescadores artesanales que viven de los recursos del mar en la provincia habita allí todo el año. No hay servicios instalados y un camión cisterna reparte diariamente el agua potable casa por casa.

Y aunque es una actividad milenaria, que incluso practicaban los habitantes originarios, hoy está en peligro: el agotamiento del recurso y la falta de controles a quienes pescan ilegalmente son una amenaza para estas familias que se sustentan gracias a la recolección de mariscos. A eso se suma lo extremo y lo peligroso de la actividad, realizada a decenas de metros de profundidad en las frías aguas del mar patagónico.

Los buzos no llevan tubos de oxígeno y en ocasiones violan las profundidades establecidas por la autoridad de aplicación, que en esta área son 12 metros y, si se suman las diferencias con las mareas, pueden llegar hasta los 20.

"Eso algunos años se puede respetar y otros no, porque esas normativas no son las que les dan de comer a nuestras familias", explica José Ascorti, presidente de la Asociación de Pescadores Artesanales de Puerto Madryn (APAPM), que ha recorrido el mundo y ha visto cómo muchos buzos sufren las consecuencias de no hacer una buena descompresión cuando vuelven a la superficie.

El representante de los pescadores se refiere al síndrome de descompresión, que está relacionado con la presión y con el oxígeno que recibe el cuerpo. Cuando hay un cambio muy brusco de presión el riesgo es que aparezcan unas burbujas en el cuerpo que pueden ser letales en el sistema sanguíneo.

"Los primeros síntomas empiezan con dolores en los codos y en los hombros; son dolores muy fuertes y no hay calmante que pueda aliviarlos. Se tapan las vías sanguíneas y no pasa el calmante. Pero...

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