Fin de una pesadilla: fueron liberadas tras pasar 10 años en cautiverio

WASHINGTON.- La típica casa de suburbio norteamericano, con su bandera de franjas y estrellas y su galería de tablones de madera, fue cercada por un perímetro policial y otro, invisible, de espanto.El FBI apeló a sus perros de olfato entrenado para detectar pistas del horror infligido y soportado bajo un paisaje de aparente normalidad.Así avanzaba, anoche, la investigación del caso de cautiverio forzado y colectivo más espantoso que se recuerde en este país. El de tres jóvenes mujeres que fueron secuestradas, sometidas y obligadas a vivir durante toda una década, encerradas en una casa situada en un suburbio latino de la ciudad de Cleveland, en el estado de Ohio, al norte del territorio. Nadie las vio allí, hasta ayer.Por el caso fueron detenidos tres hermanos de origen latino, cuyas edades rondan los 50 años. Nadie jamás pensó nada malo de ellos. Al contrario, el dueño de la casa del espanto, Ariel Castro, es el conductor del transporte escolar de la zona y apreciado como un "músico talentoso", integrante de una de las bandas del lugar, donde toca el bajo."Un buen hombre, silencioso, normal, trabajador. Un músico talentoso", repetían ayer los vecinos al hablar ante las cámaras de televisión de Castro, el que aparece como el principal implicado en los hechos y, según indicios, el posible padre de la hija de seis años de una de las mujeres liberadas. Los tres hermanos eran interrogados anoche.La liberación de Amanda Berry, de 27 años, y de su hija; Gina DeJesus, de 23, y Michelle Knight, de 32, fue poco menos que un milagro. Ocurrió cuando, al estar solas en la casa, una de ellas pudo dar la alerta a un vecino."No podía creer lo que estaba pasando. Yo estuve en esa casa, compartí asados con su dueño, era un tipo normal. Nada me hizo pensar que era un monstruo que tenía encerradas a tres mujeres", dijo Charles Ramsey, el vecino que oyó los desesperados gritos de Berry, una de las cautivas (ver aparte).En todo caso, la suerte fue que el buen vecino no desoyó el llamado, aunque tuvo que luchar, para eso, contra el mecanismo reflejo que lo llevó a pensar, primero, que era un caso de disputa familiar en el que mejor no involucrarse."Cambié de idea y ayudé a forzar la puerta cuando advertí la desesperación por salir que tenía la mujer que estaba del otro lado y que no podía por sí misma con la traba que la bloqueaba", relató, ante las cámaras.Nadie ayer vio imágenes de las mujeres avanzadas las primeras horas en libertad. Sólo se difundieron...

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