La perseverancia por desunir

El ha leído muy mal el Preámbulo de la Constitución o se ha empeñado deliberadamente en violentarlo. Esa introducción con carácter normativo no dice, en oposición con lo que se ha hecho en todos estos años, que los representantes del pueblo de la Nación Argentina se reunieron en Congreso General Constituyente para promover la disolución de la sociedad y enfrentar a sus miembros en discordias inacabables. El Preámbulo de la Constitución dice todo lo contrario. Expresa la voluntad de los congresistas de constituir, "por voluntad y elección de las provincias" y "en cumplimiento de pactos preexistentes", "la unión nacional".

Tanto pesó sobre el ánimo de los constituyentes el propósito trazado en ese sentido, que en su invocación lo antepusieron a todos los otros objetivos supremos de la nación que organizaban jurídicamente. Sólo después de explicitar la voluntad de sentar las bases de "la unión nacional" se dispusieron, en efecto, a consignar los otros enunciados capitales de la nacionalidad: "...afianzar la justicia, consolidar la paz interior, proveer a la defensa común, promover el bienestar general, y asegurar los beneficios de la libertad para nosotros, para nuestra posteridad y para todos los hombres de buena voluntad que quieran habitar el suelo argentino..."

El día del balance final de este nefasto ciclo político difícilmente habrá una imputación más rotunda y menos explicable, tanto en el terreno de las razones como de los sentimientos y de la sensibilidad comunes, como el de la aplicación constante y minuciosa con la cual un grupo de gobernantes se aplicó a suscitar cizaña entre los gobernados y a sembrar entre ellos la semilla perversa del enfrentamiento.

Si la historia sirve de lección alguna, ésta, como ninguna otra, deberá ser aprendida por los argentinos a fin de interesarse, más que por lo que saben los aspirantes al poder político en la Nación, por detectar la fibra moral de la que ellos están hechos: qué rencores y resentimientos cruzan desde la adolescencia por su carácter, qué antecedentes los preparan para la confrontación bélica en las cuestiones cotidianas, qué huellas anticipan en su trayectoria la inhabilidad para la concordia, el diálogo, la tolerancia. Doce largos años habrá sido un tiempo excesivo para no dejar marcas dolorosas en la piel y el alma de una sociedad trasegada desde antiguo por conflictos dolorosos, que creíamos en vías de superar en la feliz restauración de la democracia, en 1983.

Salvo las...

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