El peronismo, ese no-lugar sin ideas, ni domicilio fijo

El peronismo es una dama indecisa frente a un placar lleno de disfraces. Algunos de esos exóticos vestidos le permitieron, hace tiempo, destacarse en el gran baile de máscaras de la política argentina, pero hoy esos trajes parecen imprudentes o anacrónicos. La confusión por esta inesperada derrota no le permite a la bailarina elegir cabalmente el disfraz adecuado y entonces se revela una verdad última: por este accidentado camino lleno de bandazos y de metamorfosis oportunistas la identidad se ha extraviado, y tal vez haya que tomarse un tiempo y reflexionar en el diván acerca de quién es uno y cuál es el rumbo que debe tomar para no oxidarse. Hasta hace 10 meses, el peronismo marchaba triunfalmente a su destino de corporación todopoderosa y partido único; ahora es una diáspora, una nada desteñida en busca de un color. Fuera del Estado, el peronismo es un no-lugar y nadie sabe muy bien dónde queda su domicilio. Los sucesivos y cambiantes uniformes del General ya son piezas de museo, y los ropajes de Menem y Kirchner pasaron rápidamente de moda. En la desesperada, algunos miran a Roma y ruegan instrucciones celestiales, pero para el papa Francisco la política local es apenas un hobby de las tardes lúdicas de Santa Marta. Otros líderes juegan tenis o golf para aflojar las tensiones.

Cada vez más "compañeros", con criterio razonable, invocan entonces el fantasma de Antonio Cafiero, que fue el más radical de los peronistas y que supo civilizar el partido después de la barbarie: "Somos la muerte", pintaban los muchachos en las calles de 1983. ¿Se acuerdan? Cafiero tendió un puente con Alfonsín, que era el más peronista de los radicales, lo apoyó frente a los intentos destituyentes y lo venció lealmente en las urnas. Luego fueron grandes amigos. La idea de ambos consistía en generar un bipartidismo entre socialdemócratas y socialcristianos, y abandonar las zanjas irreconciliables. Es lo más cerca que estuvimos de construir una democracia republicana. También esa chance se nos resbaló de las manos.

Cafiero, escaldado por el viejo desprecio de las clases medias y altas, siempre advertía: "La experiencia histórica demuestra que se puede gobernar sin el peronismo, se puede gobernar con el peronismo, pero no se puede gobernar contra el peronismo". El actual intendente de Tres de Febrero es un militante del Pro y un historiador heterodoxo que reivindica a Yrigoyen y a Perón, y que a la vez es capaz de escribir apasionadamente a favor de Sarmiento...

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