Perla Suez: 'Creo en el poder de las historias bien construidas'

Perla Suez define su última novela, El país del diablo (Edhasa), como un western patagónico. Después de reconstruir la vida de sus abuelos inmigrantes en libros para chicos, como Memorias de Vladimir, y para grandes, como Letargo, la escritora se propuso cambiar de registro para narrar, esta vez, la historia de una joven descendiente de uno de los últimos pueblos originarios de la Patagonia. El 4 de junio la presentará en Córdoba, ciudad donde nació y vive.

Cuando empecé con esta novela, sólo sabía que no quería repetirme. Siempre quiero contar historias fuertes. Hace rato que leo libros sobre los pueblos originarios, qué lugar tuvieron, qué pasó con ellos, por qué no nos contaron en la escuela sobre esas culturas. Empecé a leer antropología, a embriagarme con toda esa filosofía. Apareció en mí la dicotomía civilización o barbarie: buscando en la tradición literaria argentina llegué al Facundo. A medida que leía, construía una idea. Quería contar el viaje de cinco hombres, soldados, asesinos, que terminaron con una de las últimas tolderías en la Patagonia. Es la Campaña del Desierto, pero la historia es una cortina casi invisible, una bruma que rodea a la trama. Una puesta en contexto, nada más.

Para mí, la literatura se tiene que visualizar. Siempre he amado a los grandes escritores que me han dejado ver a través de las palabras lo que hay detrás, más allá de los estilos. Dos obras que me marcaron mucho como lectora desde la adolescencia son Moby Dick, de Herman Melville, y El desierto de los tártaros, de Dino Buzzati. También, una gran obra de nuestra literatura, Aballay, de Antonio Di Benedetto, que es uno de los grandes escritores argentinos del siglo XX. Lo del western surge de esas influencias literarias y del cine. Mientras escribía volví a ver westerns, de los clásicos a los de Tarantino y los hermanos Cohen. Es admirable cómo construyen la narrativa.

Escribir es un ejercicio de experimentación. No tengo miedo a la hoja en blanco. Pruebo todo el tiempo las voces. Ya en Letargo empecé a jugar con el paso de la primera a la tercera persona. En El país del diablo, el desierto es el protagonista principal, como si fuera una gran hoja de papel desplegada. A partir de esa imagen, tenía que construir una historia con un conflicto. En el libro El cine según Hitchcock, de François Truffaut, el director de Psicosis habla de la construcción del suspenso. Yo aprendí muchos recursos para la literatura gracias a ese maestro del cine. En mi novela...

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