Cuando la perfección tiene sabor a poco

Recital de cámara de Renée Fleming / Con Gerald Martin Moore (piano) / Programa: x arias y canciones de Mozart, Handel, Massenet, Saint-Saëns, Oscar Strauss, Rachmaninov, Stefano Donaudy, Francesco Paolo Tosti, Arrigo Boito, Leoncavallo, Manuel Ponce y Carlos Castellano Gómez / En el Teatro Colón.

Nuestra opinión: Muy bueno

Aun a riesgo de redundar en lo archisabido, vale recordar que Renée Fleming es una cantante excepcional, una artista de altísimo valor, y que, en el Colón o donde fuere, lo que haga sobre el escenario, seguramente, bordeará la perfección. Del mismo modo, Gerald Martin Moore es un pianista de cámara fantástico, de una fenomenal solvencia y musicalidad. Con todo, lo acontecido en el Colón, el día miércoles, estuvo lejos de ser un recital que habrá de quedar en la memoria como un momento portentoso. Si la gran soprano y el gran pianista, además, estuvieron a la altura de lo esperado en sus funcionamientos, el asunto pareciera tornarse misterioso o inexplicable. Con todo, de un recital de cámara -o, en términos más pedestres, de un espectáculo- estamos hablando y el programa que se ofrece es la llave para la empresa artística. Y, en este sentido, de principio a fin, el concierto fue un mosaico aleatorio e inasible, una larguísima sucesión de arias y canciones mayormente breves que, cualquiera de ellas, podría haber sido reemplazada por otra sin que se hubiera notado ningún menoscabo. Tampoco, ningún beneficio.

Fleming ordenó su presentación en secciones breves según idiomas. En la primera parte, que se extendió por apenas media hora, cantó tres arias de Mozart y de Handel en italiano y luego, en francés, dos arias de Massenet, una canción de Saint-Saëns y un vals de Oscar Strauss. Si bien "Porgi, amor", de Las bodas de Figaro, fue su señal inequívoca para marcar los veinticinco años transcurridos desde que se presentó, por primera vez, en el Colón, haciendo el papel de la Condesa, las dos arias de Handel que le continuaron, de Agrippina y de Giulio Cesare, pasaron como una exhalación sin que se entendiera por qué habían estado ahí. Luego continuó el segmento en francés con dos arias de Thaïs y de Manon, de Massenet, seguidas por una intrascendente canción de Saint-Saëns y un aria festiva en francés, de Los tres valses, de Oscar Strauss. Más allá de que el canto de Fleming y las interpretaciones de Moore habían sido irreprochables, cierta anodinia se instaló en un Colón que, por lo demás, no estaba completo.

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