El perdón del presidente Correa

MONTEVIDEO.- El presidente Rafael Correa dio una aparente marcha atrás en su agresiva lucha contra la libertad de prensa en Ecuador, al anunciar, anteayer, su "perdón" a los tres periodistas sentenciados a prisión. Pero ¿de veras es una marcha atrás? ¿Terminará al fin con su constante amedrentamiento? Nada indica que así ocurrirá. De haber sido un gesto genuino, Correa no hubiera dado un "perdón", sino pedido perdón por avasallar la más importante de las libertades.

No irán a la cárcel los dos directivos del matutino El Universo, ni su columnista, hoy todos asilados en el exterior. Tampoco el diario deberá pagar la multa de 40 millones de dólares que, de haberlo hecho, hubiera significado su bancarrota. Tampoco se seguirá con el juicio a los dos autores del libro El Gran Hermano, que publica graves denuncias de corrupción.

El presidente se había ensañado con estos casos. Estaba sobregirado, abusivo y prepotente y eso dañó, ante el mundo, la imagen de su régimen. Quizá por eso debió retroceder. Pero Correa aprendió la lección. No la de respetar la libertad de prensa, sino la de entender que debe cambiar sus procedimientos. Ahora buscará mecanismos menos bulliciosos y más eficaces para acallar a los medios críticos.

Los periodistas "perdonados" saben que no tendrán más libertad para expresarse. Simplemente, no irán a la cárcel ni pagarán esas multas; pero el amedrentamiento seguirá. Todo indica que Correa retomará además su vieja pelea con la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) y en particular con la Relatoría para la Libertad de Expresión, que presionó y desnudó ante el mundo lo que ocurría en Ecuador. Por eso, hace varios meses que busca la vuelta para recortarle sus potestades y presupuesto. A comienzos de febrero, sin embargo, recibió una clara señal de que no le sería tan fácil. En la Comisión Permanente de la OEA, Uruguay, Panamá y Costa Rica se opusieron a esas reformas. Eso no hará que Correa ceda; simplemente, lo obligará a encontrar un modo más sutil de lograr su objetivo.

Es significativo que Uruguay haya encabezado esta postura. El gobierno de José Mujica muestra una simpatía más desembozada que la de su antecesor, Tabaré Vázquez, hacia los regímenes de Chávez y Correa, aunque dentro de ciertos márgenes de sobriedad. Pero pese a ese estrechamiento de relaciones, hay valores que persisten en la tradición política uruguaya.

El actual secretario ejecutivo de la CIDH es un comprometido abogado argentino, Santiago...

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