Pepe Cibrián, el gran (multi)monologuista

Obstinado, sensible hasta el dolor, prepotente hasta la furia, definitivamente genial.Con Pepe Cibrián Campoy los términos medios no existen. A nadie le cae indiferente. Tómelo o déjelo.Su andar por la vida y por los escenarios, en un ininterrumpido desborde emocional, es fuente de pasiones encontradas: se lo admira o se lo rechaza con idéntica intensidad.Y, si acaso, existiera por ahí algún indiferente, el mismísimo Pepe se subleva y conmina, cuanto antes, a tomar partido ferviente a su favor o a declararse su enemigo acérrimo.El empecinado creador, siempre detrás de las más renombradas comedias musicales argentinas, caracterizadas por una gran exuberancia no exenta de inevitables fárragos y excesos, esta vez da un paso al frente y se presenta en persona y despojado, de blanco y descalzo, con un fondo negro y con una silla como toda escenografía, sobre el escenario del teatro El Cubo.Esas condiciones y el manojo de papeles en mano predispone a una sesión de teatro leído, una manifestación del todo ascética que podría hasta llegar a ser monocorde.Pero no para el inefable Pepe que, una vez más, vuelve a sorprender. Si bien físicamente es una unidad, logra el milagro de desdoblarse en varios personajes (y, por sobre todo, como no podría ser de otra manera, en Pepes múltiples), con un vértigo apabullante y arrollador, del que el público no puede (ni quiere) quedar ajeno.El manojo de papeles, que en otro caso podría funcionar como una pesada carga conspirando contra la magia del teatro, se convierte en poderoso y poético instrumento histriónico en manos de Cibrián. Las deja caer de a una, displicentemente, como si se tratarán hojas de un árbol otoñal. Pero a no descuidarse: en el momento menos pensado serán una herramienta clave para el crescendo final donde la palabra "marica", y sus resonancias negativas, golpearán como un martillo sobre un yunque a todos, como un dedo acusatorio que señala aún con más vigor a los que se sienten impolutos.Así, convierte a su Marica no sólo en el título de su obra, sino que transforma una denominación en origen peyorativa en su más personal grito de guerra, en una lacerante denuncia/herida que se revierte sobre éste y aquél, sobre ustedes y sobre mí o cualquiera; al fin y al cabo, todos maricas, en un sentido mucho más extendido de la palabra, mucho más allá de la condición sexual a la que alude en primera instancia.***Divo, hijo de enormes actores, que mamó desde la cuna esa impronta colosal de ser uno y muchos al mismo...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR