Los penales sellaron la gris eliminación

CARTAGENA.- La Plaza de Toros de Cartagena, en desuso desde hace un par de años, asoma tímida por un ángulo del estadio. Da la impresión de que algún jugador se meterá en su arena para un córner. No habrá querido perderse, acaso, el magnetismo de dos camisetas que llaman la atención por sí solas, nítidas como un arrecife de coral en medio de aguas caribeñas. Y qué decepción se habrá llevado desde un juego enredado y de choque, sólo quebrado por los reactivos penales. Fue, sin más, testigo de las lágrimas argentinas que se evaporaron sobre sus propias mejillas. No alcanzaron las manos de Andrada, que contuvo dos tiros: en los desaciertos de González Pirez, Ruiz y Tagliafico se selló una suerte que casi nunca fue empujada por el buen juego.Fueron los penales. Como le pasó al seleccionado mayor en la Copa América. Un remate, sólo uno, no se pudo convertir cuando se tenía la ventaja de dos. Los recuerdos vuelan al Sudamericano de Perú, en el que un penal, el que Sergio Araujo falló ante Ecuador, fue lo que, a la larga, dejó a la Argentina fuera de los Juegos Olímpicos 2012.Hubo que acostumbrarse, ya en el tramo decisivo de Colombia 2011, a que el seleccionado cimentara su estructura sobre un tramado que casi nunca se lució, pero que siempre se movió en bloque y que incomodó a su oponente. Esa esperanza que generaron las individualidades, Lamela, Pereyra y Ferreyra, por ejemplo, ya forman parte de un mecanismo en el que se permiten escasas libertades para la creación y la imaginación. Para ser justos: la Argentina sabe lo que hace y sabe, por supuesto, que lo suyo no serán mil y un toques entusiastas. Mucho menos un encadenamiento de lujos.A diferencia de Egipto, Portugal lo respetó y le ofreció mucha menos resistencia física. Los europeos, a los que les costó dejar en el camino a la novata Guatemala, ratificaron sus antecedentes de buena técnica, aunque dio la sensación de que mantuvieron atadas las amarras de un ataque sostenido. Puede entenderse por la etapa que atraviesan en la competencia y por el temor a una equivocación lapidaria que les diera la despedida. Algo parecido rondó por la mente celeste y blanca.Si se hilvanaron tres o cuatro toques seguidos fueron demasiado. El funcionamiento de los muchachos de Perazzo se mantuvo con Pereyra, que entró por Adrián Martínez, suspendido. En lo que dependió de Lamela, los avances se quedaron a mitad de camino, entre algunos pases erráticos y pisadas sin mayor efecto. Laba y Battaglia se repartieron el medio...

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