La pedagogía
Autor | Alberto Vicente Fernández |
Páginas | 27-42 |
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La preocupación de Quintiliano por el hombre es ]a misma de los sofistas griegos, iniciadores de una época en la historia de la. educación, y de la filosofía después de las indagaciones presocráticas sobre el cosmos.
Como ellos, Sócrates centraba su afán en el hombre, porque la naturaleza no le decía nada, y el diálogo con los otros era una fuente de sabiduría. Él había frecuentado las escuelas de los sofistas, era calificado de sofista por Aristófanes, quien así lo presenta en Las Nubes; pero mientras que la sofística educa al ciudadano, sinónimo de orador y estadista, como hacían Protágoras y Gorgias, el filósofo se dirige a lo transcendente; y aunque no desdeña el arte de la palabra, para él la verdadera educación está en la filosofía, cuyo fin es un conocimiento superior y la conducta moral.Page 28
La educación en Roma forma el cuerpo y la mente dirigidos al servicio de la ciudad o del Estado, aunque aparece un movimiento humanista fomentado por las primeras relaciones con la cultura griega, cuya literatura, ciencia y filosofía eran miradas con recelo por los romanos de la vieja escuela. Catón, el más empecinado, decía: "Creedme, mis palabras son proféticas: cuando esa raza nos dé su literatura, lo corromperá todo", si bien en su vejez aconseja que se eche una ojeada a la literatura griega, pero no estudiarla profundamente.
Pero los sofistas no educan solamente para el foro y la política, y en Isócrates, discípulo de ellos, la retórica, considerada como una filosofía práctica de la vida, quiere formar el carácter, un juicio sano, y desarrollar el lenguaje, la palabra plena de sentido, mediante el arte del discurso, para la grandeza griega y un ideal panhelénico. Tal educación es ya un humanismo como conjunto sistemático de conocimientos esenciales, no meramente técnicos, que concurren a la plenitud del hombre culto.
Todo esto se incluye en la teoría de Quintiliano, restaurador de un humanismo ciceroniano que no rechaza la formación profesional porque su orador ejerce un oficio y posee conocimientos generales propios de un hombre culto.
La idea fundamental de las Instituciones oratorias, obra llamada también La educación de un orador, es que la retórica forma parte de la educación, cuyoPage 29 fin es el hombre, pues si lo educa para ciudadano, sobre todo lo educa para que sea un hombre.
La obra constituye una pedagogía y una retórica insertas en el mundo cultural de la época, pero de mayor alcance para los intereses del individuo y de la sociedad. Consta de doce libros, de los cuales el primero trata de la educación elemental del niño; el segundo se refiere a su formación en la escuela de retórica. Los demás libros la enseñan, contienen una crítica literaria y finalmente consideraciones sobre la vinculación de la retórica con la filosofía.
Los predecesores de Quintiliano daban por supuestos los estudios que llamaríamos primarios a cargo del gramático, antes de que el alumno fuera recibido en la clase de retórica; pero nuestro preceptista no da por supuesto nada, porque la gramática no se halla separada, sino que es una parte de la retórica. Él sigue al orador desde la cuna, vigilándolo cada día, porque si "la manera de colocar el vastago determina el desarrollo del árbol", las primeras motivaciones engendran actitudes de la personalidad futura. "Naturalmente -dice- conservamos lo que aprendimos en los primeros años, como las vasijas nuevas el primer olor del licor que recibieron" 1. Así, las Instituciones, compañeras del hombre desde el nacimiento hastaPage 30 el término de su carrera, afirman la unidad del hombre, quien no puede recibir con beneficio un saber fraccionado en cada una de las épocas de su vida, porque los estudios, aun los especializados y superiores, dependen del desarrollo de todas las facultades del ser humano, iniciado en la niñez, continuado en la juventud y madurez. Como prescindir de los primeros años daña todo el proceso educativo posterior, Quintiliano comienza por educar al niño, pues la infancia es la edad más propicia al educador, quien penetra en la índole, ingenio y posibilidades del niño.
Después de estas consideraciones se plantea una cuestión previa de importancia: si la enseñanza debe ser doméstica o pública2.
Hasta Vespasiano la enseñanza fue doméstica en Roma, bajo la dirección de padres y preceptores, más a cargo de los preceptores, porque no todos los padres hacían como Catón el Viejo, quien había escrito para su hijo pequeños libros de agricultura, derecho, arte de la guerra, medicina y retórica, dialogando con él a fin de que aprendiera mejor los rudimentos. Esto no quiere decir que no existieran escuelas privadas durante la República; pero eran muy elementales yPage 31 aisladas. La cuestión surge cuando el niño pasa de la educación doméstica a la escuela elemental.
Muchos vieron en la enseñanza doméstica una manera de protegerlo del influjo malsano de la escuela pública, donde maestros y discípulos escapan al contralor diario. Además, decían, el preceptor se halla más cerca del discípulo y puede dedicarle mucho tiempo y cuidado. Quintiliano expone los beneficios de la enseñanza pública, como la relación de los alumnos, el diálogo entre ellos, la emulación que mueve a superarse, el medio mental que hace más estudioso al maestro porque quiere comunicarse mejor con todos. En la escuela las sensaciones son más vivas que las de un ambiente solitario, y la atención de un alumno sostiene la atención de los demás. También colaboran todos, y todos aprovechan los esfuerzos de la...
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