Pasada de revoluciones. Trabajaba 9 horas por día en una multinacional; un traspié hizo realidad su peor miedo

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No podía ni quería fallarle a nadie. Trabajaba nueve horas en una multinacional, dictaba clases en la facultad de arquitectura en el turno noche y, a veces, sumaba algún trabajo extra como arquitecta de manera particular. No se permitía faltar a una reunión social ni cumpleaños y era la primera en decirle que sí a cualquier pedido de favores de amigos y familiares.

Sin embargo, en esa carrera por contentar a todos Agustina Crnich se había olvidado de que, quizás, ella era la menos feliz : dormía poco más de cuatro horas por día y la realidad era que dedicaba escaso tiempo para sus necesidades y gustos personales.

Un fin de semana, con una agenda repleta de planes y compromisos, viajó desde Buenos Aires a Entre Ríos, de donde es oriunda, a visitar a sus padres. Luego de una noche de profundo descanso se despertó sobresaltada:

-¡Ya conseguí auto para que regresemos a capital juntas!, le dijo entusiasmada a su hermana mientras se levantaba de la cama.

Con la hija de una amiga querida. Ese fue el comienzo de su transformación

Pero el destino quiso que un traspié la llevara directamente al piso y que se fracturara el cúbito y radio de su muñeca izquierda . "En el suelo empecé a llamar a mis padres, con la poca fuerza que tenía. No sabia qué me impactaba más: el dolor que sentía, verme tan frágil en el suelo asumiendo instantáneamente que mi ritmo de vida a diez mil por hora quedaría atrás o que justo me fuese a pasar lo que más temía, fracturar en mil pedazos mi mano hábil. ¡Justo me pasaba a mí, que desde chiquita había disfrutado del arte, de dibujar, de pintar, de tocar guitarra, piano, ballet! Era una parte vital y clave en mi cuerpo".

La hija mayor: una vida de exigencias

Viajes, ciudades y dibujos, pasiones que Agustina retomó cuando pudo recuperar su muñeca.

Toda su vida pasó por su mente en ese momento, como una película. Ser la hija mayor la había llevado a ser autoexigente, demasiado quizás. Su hermana de 23 años, siete menor que ella, en el polo opuesto, había crecido lejos de cualquier presión familiar. Pero Agustina no se identificada con ese modelo más "descontracturado". Había sido abanderada en el colegio y finalizado la facultad con el promedio más alto. Fallar nunca era opción, tanto en lo personal como para sus seres queridos. "En ese momento en particular me acababa de separar de mi ex novio -mi mejor amigo en la facultad y pareja por seis años -había tenido algunos sinsabores sentimentales y me encontraba queriendo...

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