El paro de ayer

Como suele ocurrir, el éxito o no del tercer paro general contra el Gobierno, que se realizó ayer, fue motivo de discusión entre el oficialismo y los sectores sindicales que lo organizaron. Si bien el hecho de que los gremios del transporte automotor de pasajeros no adhirieran a la medida de fuerza le quitó la contundencia de la huelga del 10 de abril último, también es cierto que tanto el tráfico como la presencia de la gente en las calles fueron sensiblemente inferiores a lo habitual en el área metropolitana.Pero lo cierto es que, como toda medida de fuerza, un paro, por justas que sean las motivaciones, es siempre una señal de impotencia y ocasiona un serio perjuicio a la ya de por sí castigada economía nacional. Si a ello le sumamos la realización de piquetes y cortes de importantes arterias, que en la Capital comenzaron anteayer, nos encontramos ante hechos ilícitos. La adhesión o no a un paro debe ejercerse en libertad y no por la coerción de medidas agresivas.Ninguna duda cabe de la legitimidad de la mayoría de los reclamos de la CGT opositora, que dirige Hugo Moyano. ¿Qué ciudadano no considera necesaria y urgente la lucha contra el creciente desempleo y la imparable inflación, y también una readecuación del mínimo no imponible del impuesto a las ganancias sobre los salarios? Es innegable la responsabilidad del Gobierno en la actual recesión que va deteriorando a paso acelerado la actividad económica y el consumo, al tiempo que achica día tras día el mercado laboral, mientras el incremento del costo de vida devora los salarios.La ceguera y la obstinación aquejan a las autoridades nacionales y es preocupante su insistencia en negar la realidad y reemplazarla por un relato alienado que a nadie convence, pero que...

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