Parches y conejos de la galera en la urgente recta final

RÍO DE JANEIRO.- Con los Juegos Olímpicos cada vez más cerca y la presión desde el extranjero cada vez más fuerte, los organizadores de Río 2016 apelaron en los últimos días a una heterodoxa combinación para encontrar respiro: soluciones de emergencia, algún conejo sacado de la galera y un optimismo blindado a cualquier duda.

"Podemos ver, a simple vista, que la calidad del agua ya mejoró", explicó la semana pasada Gustavo Nascimento a un grupo de periodistas extranjeros en la ciudad olímpica.

Es creer o reventar, porque Nascimento, que supervisa todas las instalaciones de los 28 deportes que habrá en los Juegos, está hablando del agua de la Bahía de Guanabara, uno de los mayores dolores de cabeza de Río 2016. Sede de la vela, muchos de los regatistas que probaron sus aguas salieron espantados, porque en algunos sectores flotaba de todo, desde caballos muertos a un sofá. Y, como mostraron medios locales meses atrás, incluso un brazo humano. Mientras Nascimento habla, un grupo de indigentes asa carne en una improvisada parrilla y una mujer consumida hasta los huesos pasa gritando, casi en trance, ante el asombro de un grupo de operarios que trabaja en la instalación de la Marina da Gloria

El problema de la Bahía de Guanabara es que le sucede lo mismo que a Río. En la foto de tarjeta postal es incomparable, pero si se pone el zoom, muchas veces la perspectiva cambia.

Nascimento, y como él todo el comité organizador de los Juegos, busca poner el énfasis en lo positivo y dejar de lado lo negativo. Lo positivo en los Juegos no es poco: las instalaciones deportivas están listas, con excepción del velódromo, a cuya pista de madera siberiana se le están dando los últimos retoques, incluso con una moto que la recorre vuelta tras vuelta para afirmar el piso. Pero lo negativo, más allá de la enorme crisis política brasileña, no puede obviarse. Va desde el agua de la bahía hasta las dudas con el metro que debería llegar a Barra de Tijuca -el corazón de los Juegos-, pasando por el papelón mundial que significó la muerte de dos personas por el colapso de una ciclovía recién inaugurada y demasiado frágil ante el embate del mar.

La Bahía de Guanabara es por momentos una cloaca a cielo abierto, porque allí van todos los desechos de la ciudad. Por culpa de las conexiones cloacales ilegales a la red de desagües pluviales, pero también por el sencillo hecho de que los kilómetros y kilómetros de pobreza extrema que cubren la ciudad llegan hasta las orillas de...

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