Sin papeles: una eterna y cruel espera a las puertas de Europa

BENI ENZAR, Marruecos.– Desde el monte Gurugú, http://www.lanacion.com.ar/1630037-en-francia-los-jovenes-marchan-contra-la-expulsion-de-ilegalescon el Mediterráneo. Apoyado en las rocas que desde hace nueve meses lo protegen de la noche, Amin Nsue mira con ojos vidriosos hacia ese infinito tan cercano. http://www.lanacion.com.ar/1630039-escapar-del-horror-mas-de-600-sirios-huyeron-a-la-argentinaLas piedras del Gurugú tatuaron de heridas el cuerpo de este chico de 18 años que huyó a pie de Gabón antes de cumplir 16. Mientras habla se aferra a todo lo que tiene en la vida: una manta gris y una bolsita de nylon azul con un paquete de un kilo de azúcar."Un día voy a llegar a Melilla", repite, bajito, mientras se le unen cuatro, cinco, seis compañeros de intemperie. Decir que salen de abajo de las piedras no es una metáfora.Melilla. Todos sueñan con Melilla, el diminuto enclave español en el norte del Magreb. La Unión Europea en plena África.Es una zona caliente de la inmigración ilegal, ese fenómeno social incontenible que volvió a alarmar a los gobiernos del mundo desarrollado después de que dos naufragios de barcazas con inmigrantes africanos en el Mediterráneo, en las últimas dos semanas, dejaran más de 300 muertos.Mattheo –camerunés, 21 años, ocho meses escondido en el Gurugú– no se había enterado de la tragedia en el sur de Italia. Escucha la noticia dos semanas después y se queda pensando, como si debiera crear las palabras antes de reaccionar: "Los botes son para los que tienen dinero. Saltar es gratis".Para eso está en Marruecos y soporta la vida en el monte. Para saltar. Allá abajo lo espera la valla de cinco metros de alto y 12 kilómetros de largo que encierra el territorio español. En realidad, son tres vallas paralelas, vigiladas por cámaras, dotadas de sensores y con patrullaje 24 horas de la Guardia Civil.Aun así, sólo en lo que va del año más de 1700 inmigrantes sin papeles entraron en Melilla (15% más que en 2012), muchos de ellos después de ataques masivos a la valla que desbordan la resistencia de las fuerzas de seguridad. Unos pocos consiguen cruzar en botecitos de juguete desde las playas marroquíes.Desde el monte hay que acercarse a la cima para vislumbrar la muralla metálica que se interpone entre la miseria de la polvorienta Beni Enzar y el sueño europeo. Pero antes de pensar en la valla hay otras preocupaciones más acuciantes para los cientos de jóvenes subsaharianos (hombres, ninguna mujer) que malviven desperdigados por el Gurugú...

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