El Papa y el monaguillo

Con toda razón, no son pocos los que aconsejan no visitar nunca la cocina del restaurante donde se come habitualmente. Nos podríamos impresionar y no volver más.Salvando las distancias, algo así ocurre con los papas en los países que nacieron.Polonia conocía en detalle a Karol Wojtyla (Juan Pablo II), así como Alemania sabe mucho más de Joseph Ratzinger (el actual papa emérito Benedicto XVI) que el resto de la feligresía universal, que, al tener una mirada más "de lejos", puede idealizarlos mejor. Jorge Bergoglio no iba a ser la excepción y por ser argentino y haber sido antes de subir al trono de Pedro protagonista importante en distintos momentos de la vida nacional, sus compatriotas hemos entrado, de alguna manera, en "la cocina" de este pontífice y, por eso, tenemos tantos prejuicios, para bien o para mal, sobre cada uno de sus dichos y movimientos. Mientras que en el resto de Occidente se lo considera el papa adecuado a la época por ser austero y sensible hacia los temas sociales, en nuestro país hay quienes lo reducen al papel de un influyente operador en las sombras de la política local. Y menos le perdonan lo que interpretan como una abrupta mutación, de exacerbado opositor al kirchnerismo, como cardenal primado de la Argentina, a ser del todo funcional desde que es sumo pontífice hacia la facción que reconquistó el poder en las últimas elecciones.Podrá resultar frívolo o poco preciso, pero la "medición de sonrisa papal" el viernes se puso nuevamente en marcha, para comparar fisonómicamente el grado de satisfacción del habitante más importante del Vaticano con la visita del presidente de su país. Es el tercer mandatario argentino que recibe y los resultados están a la vista: ganó Cristina Kirchner, no solo por la cantidad de veces que se encontraron (siete), sino por las sonrisas para la foto oficial. Con Alberto Fernández podría decirse que se mostró ligeramente afable, no adusto como con Mauricio Macri (al que solo recibió dos veces durante su mandato), pero no mucho más que eso. Al menos es lo que quedó registrado en la foto oficial. El presidente argentino trató de compensar esa ausencia de alegría rotunda en las fotos contando que en la audiencia privada todo fue muy distinto. "Nos reímos mucho", reveló luego a los periodistas.Faltó la sonrisa categórica en el registro público y en cambio el Papa le hizo sentir a Fernández en dos momentos con sutileza lo que en el fútbol se conoce como "paternidad": cuando Fernández, por...

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