La pantalla, ante un futuro impredecible

¿Alguien se acuerda de los televisores de la década del 60? Tenían dos características notables, incomprensibles para quien no haya vivido esa época. Una era que cuando se apagaba el aparato, el aparato no se apagaba. El oscurecimiento de la pantalla al girar la perilla de encendido/apagado era un fenómeno gradual, que iba dejando un centro de luz, cada vez más chico, resumiéndose en un punto que finalmente, luego de un rato, desaparecía. Esa fuga asintótica tenía en los infantes un efecto hipnótico: quedaban (quedábamos) paralizados, frente al vidrio verde oscuro, esperando el final definitivo.Otra característica era el estabilizador, un aparato con el que contaban las familias pudientes para proteger al televisor de los saltos más bruscos de corriente eléctrica. El estabilizador pesaba una tonelada e impregnaba a la casa de un zumbido suave pero persistente. La tecla de encendido era poderosa y sensual, como el gatillo de un arma. El estabilizador, además, se calentaba como una plancha.Nadie extraña ni el punto de luz evanescente ni el prepotente estabilizador. De hecho, nadie los recuerda. Son reliquias de un pasado demasiado ajeno.¿Cuáles son los elementos de la tele del presente que nos resultarán en el futuro cercano tan extraños como esas dos huellas pretéritas? Para extrapolar hacia adelante en el tiempo, analicemos un fenómeno que se ha dado en los últimos veinte años. Comparemos las distintas formas en que se podía consumir un producto televisivo en el pasado reciente y ahora, así como las distintas alternativas de entretenimiento hogareño.Hasta hace un par de décadas, es decir, hasta la aparición del cable, las formas de entretenimiento hogareño eran limitadas. La televisión de aire era la forma casi excluyente. Apenas cuatro o cinco canales abastecían el ocio de millones de personas. Así, las mediciones de rating registradas para éxitos del pasado dan números astronómicos. Rolando Rivas, taxista, en la década del 70, Polémica en el bar, en los 80 y Grande Pa!! en los 90 superaban los 60 puntos. Hoy, el programa, más visto, Graduados, mide, según Ibope, 25 puntos de promedio. Un poco más abajo aparece "Bailando por un sueño", el ciclo de Tinelli que en otros tiempos parecía monopolizar la atención y la charla de los argentinos. Su promedio es un poco más bajo: 22 puntos. Este descenso numérico de los programas más vistos es un síntoma de una fuga de espectadores hacia otras formas de entretenimiento. Los televisores, antes fuertemente...

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