Pampita o Carolina: La paradoja de la imagen y sus trampas

Femme fatale dulce. Angelical. Belicosa. Seductora. Maternal. Frágil y arrasadora: el oxímoron que suele vestir Carolina "Pampita" Ardohain para transitar el mundo como un ícono popular no es antojadizo. "Pampita", su nombre artístico, ya superó a la persona para convertirse en el genérico de la belleza, sinónimo automático de "hermosura". Carolina, en cambio, su alter ego, esconde un mensaje que elige develar de a poco: en este juego de las paradojas, quien hizo de su imagen una marca, eligió ahora reinventarse y, en su primer incursión en el cine, intenta transformar a la "mujer objeto" en una bandera contra los prejuicios. ¿Lo logra?

"Me parece que hay que tener el punto justo. A mí me gusta ser mujer, siempre he sido muy libre en todas mis decisiones, en cuanto a mi cuerpo y mis actos, pero también me gusta el rol del hombre como hombre protector. En ese sentido soy una romántica. Pero me encanta poder mostrar que somos totalmente libres de nuestros cuerpos de gozar sin prejuicios", dice. Es que esa mujer desprejuiciada y libre parece chocar con sus propios tabúes, su estructura moral interna. Como si Pampita y Carolina fueran dos personas que conviven en un mismo cuerpo, que dialogan entre ellas tanto como se repelen. Pampita mantiene los labios entreabiertos, la mirada pícara frente al espejo baja en busca de un pincel que unta con rouge y se lleva a los labios. Cuando el flash se apaga, Carolina suelta una carcajada. No sabe delinearse los labios. Ni siquiera tiene maquillaje en su casa. No usa.

Era adolescente cuando la vida le demostró que no necesitaba todo eso: a cara lavada, fue elegida por sus compañeros para representar a La Pampa en la Fiesta de la Primavera en Jujuy, certamen que ganó casi sin querer. Por entonces buscaba ser bailarina clásica, pero la vida le presentó el universo de las pasarelas y la fama se la arrastró lejos de los teatros, a empapelar la ciudad con su cara, con su apodo: Pampita.

Pero nadie de su entorno le dice así. Caro, Carito. Algunos rescatan su nombre completo, y a ella le encanta escucharlo: Ana Carolina. Así la bautizaron hace 39 años en General Acha, La Pampa, sus padres, Guillermo Ardohain -que falleció en un accidente en la ruta cuando era niña- y Thania Dos Santos, su gran sostén y compañía. Para Carolina, fue la crianza libre de prejuicios lo que forjó su personalidad fuerte. "Siempre fui superdecidida sobre mis cosas y sobre lo que yo quería. Nunca nadie pudo opinar sobre eso. Pude decidir...

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