Las palomas, mensajeras de problemas

Las palomas no son una plaga en la ciudad de Buenos Aires. Por lo menos, en los papeles. Y, aunque no son una especie invasora, aún no han sido declaradas oficialmente una amenaza, tal como sucede con las ratas o las cucarachas, especialistas en aves, funcionarios y vecinos se quejan de un aumento en la población de estas aves.Una de las razones de la proliferación de estas aves es que no tienen un predador, por no ser especie nativa. Otra, también se apunta, es la cantidad de comida disponible que tienen que sólo fomenta su desarrollo.En la Capital, muchos edificios, sus balcones, los equipos de aire acondicionados, los monumentos, bancos de las plazas, parques y varias iglesias son las más afectadas por las palomas, tanto por sus nidos como por sus heces.En el parque Rivadavia, por ejemplo, se levanta un monumento al libertador Simón Bolívar, que muestra los vestigios del paso de estas aves. Ese monumento podría demarcar la línea divisoria entre los que piden que se controle su población y entre quienes la alientan."Están descontroladas. En menos de dos meses ya me hicieron caca en la cabeza dos veces. Es una verdadera invasión", contó Armanda Freyre, quien debe limpiar el banco que ocupa porque las palomas siempre dejan algún "regalito".Su hermana, Nélida, explica que en el espacio verde proliferan porque hay restos de comida por todos lados. Y señala a uno de los presuntos culpables al otro lado del monumento.Se trata de Darío, que vende pochoclos y copos de azúcar en el parque desde hace siete años. No revela su apellido, pero es fácil reconocerlo: está rodeado de palomas. El secreto: vende bolsitas de maíz a un peso para que los chicos las alimenten."Cada vez hay más, pero no hacen nada. Son animales que no molestan a nadie. Se sabe que tienen algunas enfermedades, pero los más afectados son los edificios de alrededor", contó el vendedor.Claudia Nardini, investigadora de la ONG Aves Argentinas, explicó: "En la ciudad de Buenos Aires habitan cinco especies silvestres: torcaza, torcacita , picazuró, ala manchada, yerutí y, por supuesto, la paloma doméstica. Se cree que tanto los gorriones como las palomas llegaron a nuestro país de la mano de los inmigrantes provenientes de Europa y Asia, donde era común que estas especies formaran parte de la dieta. La famosa «polenta con pajaritos» no es un cuento y como no sabían qué irían a encontrar en estas tierras, era lógico traer las provisiones necesarias. Aunque también algunas personas las criaban como...

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