La paja en el ojo ajeno

Con su reciente y nuevo ataque al periodismo y su propuesta de una ley de ética pública para regular a la prensa, la presidenta Cristina Fernández de Kirchner volvió a exhibir su desprecio por la libertad de expresión y brindó al mundo una nueva señal que ya no arroja más dudas sobre su desdén por la seguridad jurídica y el respeto de los principios republicanos.No es para nada común que un jefe de Estado de un país que se precie de serio agravie con tanta frecuencia al periodismo, al extremo de atacar a hombres de prensa por medio de la abusiva cadena nacional de radio y televisión, sólo porque le disgustó el contenido de artículos publicados en los diarios.La Presidenta debería saber que, en cualquier democracia, la misión del periodismo no es complacer al poder político. Debería entender también que no es razonable atribuir a "oscuros intereses" la difusión de informaciones o versiones que disgustan al Poder Ejecutivo.Finalmente, la primera mandataria debería comprender que, efectivamente, el periodismo es una actividad no exenta de cometer equivocaciones y que, como en cualquier ámbito laboral, puede haber profesionales pasibles de ser corrompidos o medios dispuestos a ocultar alguna porción de la realidad. Pero esa situación no puede llevar a imaginar que las empresas periodísticas o quienes trabajan en ellas sean sujetos necesariamente perversos, dispuestos a privilegiar determinados intereses particulares sobre el derecho de la población a estar informada.En todo caso, el negocio de cualquier medio de comunicación residirá en la credibilidad, en el prestigio y en la calidad informativa que pueda transmitir a su público, que no dudará en castigarlo si ve frustradas sus expectativas o advierte que tal medio o tal periodista ha dejado de merecerle confianza.En el actual contexto de amplio pluralismo informativo, donde felizmente existen múltiples maneras de acceder a la información, merced a las permanentes innovaciones tecnológicas y a la globalización, subestimar la capacidad del público para detectar la eventual manipulación de la información es un insulto a la inteligencia. Hay cabales ejemplos en todo el mundo de medios que han desaparecido precisamente por su falta de credibilidad. Y, sin ir más lejos, en la Argentina, podemos encontrarnos con diarios como Página 12, que en los últimos años ha visto caer sus lectores cerca de diez veces, en coincidencia con su asociación al oficialismo.No es con leyes de ética, que supondrían órganos de control...

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