El país sórdido del que no logramos desprendernos

Una casa sin cortinas: interesante documental sobre la figura de Isabel Perón

Teníamos esa edad en la que es imposible comprender el verdadero significado de la muerte . Impetuosos, quizás arrogantes, suponíamos que la vida no tenía fin y que la revolución, a la que imaginábamos como un almíbar, nos estaba llamando. 1973 fue el año de los santos inocentes.

Yo estaba por cumplir los veinte y era uno de los pocos del núcleo militante al que pertenecía que ya había experimentado el silencio que produce la ausencia eterna. Mi padre, un hombre de una fortaleza y un optimismo asombrosos, absolutamente convencido de que existía un porvenir socialista, se había ahogado en un brazo del río Paraná apenas un año después de mi ingreso a la escuela secundaria. De modo que yo sí sabía, en 1973, que los muertos no regresan.

Sin embargo, lo que no estaba en los cálculos de ninguno -tampoco en los míos- era que la vida podía ser tan precaria y la muerte tan trivial. Y si se quiere, tan rutinaria. Mucho menos, que una sonrisa joven podía congelarse de repente. Casi sin darnos cuenta, nos fuimos metiendo en una danza macabra que duraría diez años.

Como suele ocurrir en todos los tiempos, lo primero que cambió fue nuestro lenguaje. El escaso vocabulario juvenil con el que nos entendíamos hasta muy poco tiempo antes empezó a poblarse de términos nuevos: venganza, paredón, ajusticiamiento. Poco después volvería a ampliarse con otros más truculentos aún, como encapuchado, amordazado, torturado y desaparecido.

Desde la asunción de Héctor J. Cámpora, el 11 de marzo de aquel 73, pasando por la muerte de Juan Domingo Perón, el 1° de julio del año siguiente, y la inmediata asunción de María Estela "Isabel" Martínez de Perón, nosotros los de entonces ya no fuimos los mismos. Porque a las palabras habíamos añadido imágenes. Hechos.

Recuerdo muy bien la fotografía publicada en el diario Clarín del cadáver maniatado de un muchacho del Nacional Buenos Aires, con quien muchas veces había discutido sobre el uso irracional de la violencia. Estaba junto a otros dos militantes dentro de una furgoneta Citroën abandonada en la localidad de Bernal. La crónica policial decía que su cuerpo tenía incrustadas decenas de proyectiles de grueso calibre. Por entonces, también nos fuimos acostumbrando a nuevas siglas y actores: AAA (Alianza Anticomunista Argentina), Montoneros, FAR (Fuerzas Armadas Revolucionarias), CdO (Comando de Organización), ERP (Ejército Revolucionario del Pueblo)...

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