El país ya no muerde el anzuelo del relato

Tan parejas resultaron las PASO del domingo en la provincia de Buenos Aires que Cristina corre un serio riesgo cuando exige, en su afán de ser siempre la primera, el recuento minucioso de los votos: en un giro surrealista, el escrutinio definitivo podría determinar que ganó el candidato de Cambiemos por apenas un solo voto, aquel que ella misma decidió ahorrarse al no hacer un cambio de domicilio que le hubiera permitido votar en Buenos Aires.

Eso sería justicia divina más que electoral, pero no pasaría de la simple anécdota: a nadie más que a ella le interesa salir del empate técnico en unas elecciones que no definen cargos. Claro, necesita mostrarse vencedora. Al menos si pretende retener y acrecentar el poder que le queda para elevarse de las cenizas como el ave fénix y volar lejos de las causas judiciales que la acechan en el llano. En otras palabras, si aspira a seguir siendo temida por sus fieles, por los peronistas menesterosos y hasta por los propios jueces, ya que ese temor que supo inspirar, ahora menguante, es el último antídoto que le queda contra el brazo titubeante pero definitivo de la Justicia.

Como sea, ese virtual empate en el que obtuvo menos votos que los que reunió Scioli dos años atrás ha sido leído como un serio revés para sus ambiciones y como un triunfo para el Gobierno, y más aún si se lo pone en el contexto de lo que ocurrió en el resto del país. Así, mientras el poder se le escurre, ella sigue aferrada a sus mañas: acusó al Gobierno de "manipular" la presentación de los resultados y de "psicopatear" a la sociedad, dos verbos que sabe conjugar muy bien. Ya sin la cadena oficial, se proclamó vencedora en un video de clase B que grabó con Agustín Rossi y que marca la declinación material y formal del relato. Hasta los resultados de Santa Cruz, donde Cambiemos se impuso por más de 16 puntos, fueron buenos en la realidad paralela que vive el kirchnerismo. Habrá que convencerla de eso a la abandonada Alicia, que en una provincia incendiada ni siquiera recibió el voto de su cuñada Cristina y sus hijos.

Siempre fue así: donde hay negro, el kirchnerismo dice blanco. Y quiere que todos repitan lo mismo. El país mordió el anzuelo del relato y lo tuvo en la boca durante 12 años. El daño está a la vista, pero la buena noticia de estas elecciones es que, según el resultado, el pez ya no se traga la carnada como antes. Ahora la capacidad de daño de Cristina se concentra en el peronismo, que sigue a merced de los designios y...

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