Padre de familia, contador y violador serial

Walter Alberto Brauton se mostraba públicamente como un afectuoso esposo y padre de dos hijos. Trabajaba como contador en una de las agencias de ventas de automóviles más grandes de la Argentina. En 2005, la policía y la Justicia pusieron al descubierto al depredador sexual que se ocultaba detrás de esa personalidad apacible. A partir de una investigación encarada por el fiscal de Morón, Claudio Oviedo, se determinó que Brauton era un violador serial, responsable de atacar sexualmente a nueve mujeres, de entre 17 y 23 años, en Merlo, Ituzaingó, Moreno, Castelar y Loma Hermosa.Fue condenado a 40 años de prisión, pero huyó con su amante luego de ponerle sedantes al agua del mate del guardiacárcel que lo custodiaba durante una visita a su madre, que sufría de hipertensión.Para concretar esta fuga de película, Brauton utilizó una peluca y un bigote con los que modificó su aspecto. Luego, pegó su foto en el DNI del esposo de su amante. Ambos tomaron un avión en el Aeroparque Jorge Newbery rumbo a Salta.En esa provincia le perdieron el rastro. Brauton llegó a estar casi 2000 días prófugo. Después de cruzar la frontera por un paso clandestino, acompañado por su amante, el contador compró la identidad de Roberto Aguirre de la Quintana, un ciudadano boliviano que había fallecido en un accidente de tránsito. Con ese nombre falso se instaló en Potosí y abrió locales de ventas de comida y viajó de vacaciones a Brasil y Dubai. Lo buscaron durante más de cinco años, hasta que efectivos de Interpol lo apresaron cuando intentaba vender el fondo de comercio, con el objetivo de volver a desaparecer.Después de concretar cada violación, Brauton regresaba a su casa de Marcos Paz, con su esposa y sus dos hijos. Metódico, no cambiaba su conducta para concretar los ataques. Primero acechaba a las víctimas en la calle, las seguía con un automóvil, se les adelantaba y estacionaba el vehículo. Fingía que el rodado tenía algún desperfecto mecánico y cuando las mujeres pasaban al lado, las interceptaba y las amenazaba con un arma.Luego maniataba a sus víctimas, las obligaba a subir al automóvil y las llevaba hasta un descampado donde las sometía dentro del vehículo. Debido a que forzaba a las víctimas a girar la cabeza, las mujeres apenas pudieron ver parte de su rostro. No obstante, algunas de ellas alcanzaron a observar un rosario de madera colgado del espejo retrovisor del rodado.Brauton modificaba un solo elemento en su patrón de conducta. Nunca usaba el mismo...

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