El país inicia el camino a lo desconocido

MADRID.-Como en el cuento del rey que se disfrazaba de mendigo, el primer ministro de Noruega, Jens Stoltenberg, salió a recorrer las calles de Oslo al volante de un taxi para escuchar qué piensa de él la gente común. Al hombre le va mal en las encuestas y sus asesores de imagen idearon una operación que acaso no le ayude a ganar, pero que lo convirtió en el personaje de la semana en los noticieros de Europa.El día que Stoltenberg adquiría fama global, la TV española difundía una nota que parecía la contracara. Era un corte breve: se veía a Cristina Kirchner en el salón de un hotel de lujo lleno de jóvenes que se ofrecían para la liberación; a sus espaldas, se proyectaban números en tamaño gigante que relucían como prueba de que ella era la ganadora indiscutida del domingo electoral.La Presidenta se quejaba de unos medios que se empeñaron en contar que, como sus listas sacaron menos votos que las rivales en Buenos Aires, Capital, Córdoba, Santa Fe, Mendoza o Santa Cruz, el kirchnerismo había sufrido una derrota de espanto.A su alrededor, ministros, gobernadores, candidatos, aplaudían. Si ella los miraba, sonreían. Eran como el chico de aquel film alemán, Goodbye Lenin , que se empeñaba en recrear un mundo de fantasía para que su madre, comunista convencida, no se enterara de que el muro de Berlín había sido derribado.Antes de que el taxi con pasajeros inconformistas, Cristina conducía el colectivo fervoroso de su hinchada incondicional. Pero en su mirada había algo. Como si en el fondo supiera. ¿Cuántos asistentes de esa fiesta amarga la negarán antes de octubre; cuántos dentro de seis meses?Entender lo que vendrá en la Argentina requiere menos la ayuda de politólogos que de un buen psicólogo. ¿Cómo...

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