La ostentación de poder de Cristina Kirchner

Un exceso de síntesis comparó en las últimas horas dos apariciones públicas: una del presidente electo, Alberto Fernández, y la otra de la vicepresidenta electa, Cristina Kirchner. No han sido lo mismo. Tampoco los dos tenían la misma carga argumental, sobre todo para referirse al periodismo.Cristina Kirchner hizo un espectáculo político de su declaración en el primer juicio oral y público al que asiste como acusada de cometer graves delitos de corrupción. Un espectáculo verbalmente violento con los jueces y fiscales, y también con el periodismo. Su decisión de ignorar los hechos (es decir, las muchas pruebas que la condenan) le permite convertir sus inferencias en verdades absolutas. Solo le faltó mencionar a la sinarquía internacional entre las muchas partes de la conspiración que la sentó en el banquillo de los acusados.No se olvidó de jueces y periodismo, juntos, según ella, en una despreciable colusión para acabar con su liderazgo "popular y democrático". Mencionó explícitamente al ahora famoso lawfare, la sofisticada variante de las viejas denuncias de persecución por parte de los políticos acusados de corrupción. El lawfare es un invento norteamericano para que los Estados Unidos no acepten la jurisdicción del Tribunal Penal Internacional de La Haya, que persigue las violaciones de derechos humanos en el mundo.El espectáculo de Cristina Kirchner estuvo dirigido sobre todo a una exhibición de poder delante de los jueces del tribunal que la juzgan. "Yo no voy a contestar preguntas. Ustedes tendrán que contestar preguntas", los amenazó antes de despedirse. Esa actitud es nueva. Es cierto que antes no saludaba al juez Claudio Bonadio cuando este la citaba para declaraciones indagatorias o para notificarla, pero tampoco lo maltrataba. Es también novedosa en la historia universal. Basta ver una película o una serie sobre juicios en los tribunales para advertir que los sospechosos llegan con cierto temor y reverencia ante el juez. Cristina parecía la presidenta del tribunal.La expresidenta es otra persona desde que ganó las elecciones, el 27 de octubre pasado. Sacó a pasear su viejo rencor con todos sus críticos y no vacila a la hora de demostrar que el poder está en sus manos. Es la Cristina de las viejas cadenas nacionales, enfurecida con sus opositores, decidida a dar sus nombres para someterlos a la venganza de sus seguidores, convencida de que nadie tiene tantas verdades en sus puños como las tiene ella. En fin, Cristina en su peor...

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