Una ópera que es un triunfo colectivo

Porgy and Bess / Ópera de George Gerswhin / Con: Xolela Sixaba (Porgy), Nonhlanhla Yende (Bess), Mandisinde Mbuyazwe (Corwn), Lukhanyo Moyake (Sportin' Life), Miranda Tini (María), Siphamandla Yakupa (Clara) y elenco / Dirección musical: Tim Murray / Dirección escénica: Christine Crouse / Orquesta Estable del Teatro Colón y Coro de la Ópera de Ciudad del Cabo / Producción de la Ópera de Ciudad del Cabo / Función del Gran Abono / Teatro Colón / Nuestra opinión: muy bueno

Porgy and Bess transcurre en Catfish Road, un suburbio miserable del sur estadounidense, poblado por afroamericanos que, con sus virtudes y sus debilidades, llevan adelante una intensa vida comunitaria. El hacinamiento, el desprecio racista que sufren y las miserias que sobrellevan no les dejan más alternativa que compartir el espacio y el tiempo. Atendiendo a esa realidad, Gerswhin y sus libretistas, su hermano Ira y DuBose Heyward, hicieron primar las escenas de conjunto por sobre las individuales. En este sentido, tal vez sea Porgy and Bess la ópera que tiene la mayor proporción de escenas colectivas. Y con el plantel de la Ópera de Ciudad del Cabo, que está llevando esta producción a pasear por todo el planeta, este hecho es una bendición. Dentro de un elenco que es mayormente parejo escasean las grandes voces, esas presencias que impactan por alguna magnificencia vocal. El único que alcanza esas cualidades es Xolela Sixaba que compone un Porgy de colección. Pero, en sentido contrario, las construcciones colectivas -insistimos, el verdadero núcleo de esta ópera- son absolutamente maravillosas, tanto en lo musical como en la belleza y la contundencia del mensaje escénico.

A través de unas imágenes simbólicas que aparecen en algunos pendones que cuelgan antes del comienzo de cada acto, de la inclusión de algunas palabras en xhosa, irreconocibles para quienes no habitan en Sudáfrica, y de otros detalles mínimos, Christine Crouse, la responsable de una régie inolvidable, traslada la acción al Soweto, el gigantesco suburbio negro de Johannesburgo. La decisión no es un capricho localista, sino una alusión de alto contenido simbólico en el sentido de hermanar en su desgracia las innumerables comunidades o etnias que sufren opresión. En el caso concreto de Sudáfrica, por debajo de la música de Gerswhin, está el ominoso apartheid, afortunadamente, ya fenecido. Y si la identidad tan estadounidense de los contenidos textuales y musicales pudiera hacer sospechar de alguna...

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