Obras liberadas: ¿quién cuida al autor cuando el autor no está?

En el inicio de 2015, el mercado editorial registra un hecho que puede ser una buena noticia para algunos y no tan buena para otros. Al cumplirse el año pasado los setenta años de la muerte de Antoine Saint-Exupéry, Ian Fleming y Edvard Munch, entre otros, quedan liberados los derechos de autor de sus famosísimas creaciones: el relato El principito, el personaje de espionaje James Bond y el cuadro El grito.

Es que los derechos patrimoniales de autor, que nacieron con la primera edición, tienen fecha de vencimiento. Y ese derecho es transferido a la comunidad como responsable de velar por la integridad de la obra. Ni herederos ni editores podrán seguir cobrando regalías por la publicación o reproducción de esas obras que pasan del dominio privado al público. A partir de este año, entonces, cualquiera puede reproducirlas sin requerir autorización alguna.

Parece fácil, pero no lo es tanto. Y en la Argentina tampoco es totalmente gratuito. Aquí una ley ordena pagar al Fondo Nacional de las Artes, dependiente del Ministerio de Cultura de la Nación, el uno por ciento del precio de venta de cada unidad de la obra de dominio público reproducida. Pero el problema es quién custodia esas obras desprotegidas.

Si la nueva publicación se hace en la misma lengua de su autor, tiene que ser tal cual como fue dada a conocer por ese autor original. Si se hace una adaptación, se debe dejar constancia del autor y título original de la obra y del nombre del adaptador. Si la obra fue escrita en un idioma diferente y luego traducida es necesario constatar si los derechos que le corresponden al traductor también son de dominio público. Es decir, si también pasaron más de 70 años de la muerte del traductor. Si no es así, se deberá encargar una nueva traducción o pagar a quien correspondan los derechos del traductor.

Este último puede ser el caso de El principito, que fue publicado en 1946 en Francia como Le petit prince y lleva más de 80 millones de ejemplares vendidos. El título con el que se conoce en la Argentina y su versión en castellano más difundida es la que corresponde a la traducción de Bonifacio del Carril, cuyos derechos aún pertenecen a Emecé. Esa editorial también fue hasta fin de 2014 la propietaria de los derechos exclusivos para las ediciones en español. "Se puede reproducir, pero deben pagar los derechos de la traducción", dijo Alberto Díaz, director de Emecé y Seix Barral, dos sellos del Grupo Planeta, al referirse a la versión de Del Carril. Nada...

Para continuar leyendo

Solicita tu prueba

VLEX utiliza cookies de inicio de sesión para aportarte una mejor experiencia de navegación. Si haces click en 'Aceptar' o continúas navegando por esta web consideramos que aceptas nuestra política de cookies. ACEPTAR