El oasis del segundo semestre es todavía un espejismo

Alfonso Prat-Gay no quería que el blanqueo saliera del modo en que fue escrito en el proyecto que Macri enviará al Congreso. No sólo lo discutió con el jefe del Estado sino con parte del entorno presidencial. Son antiguas ideas que tiene el ministro de Hacienda y Finanzas y que expuso hasta último momento. Su intención era no ser tan injusto con quienes pagaron impuestos. Habría preferido, por ejemplo, poner un tope máximo para cada monto recuperado, excluir a funcionarios públicos y gravar con un 15% de penalidad el incumplimiento y no con el 10% que quedó finalmente. Pero nada de eso prosperó. Él, el multiasesor Fabián Rodríguez Simón y los secretarios Pedro Lacoste y Luis Caputo, entre otros, le terminaron de dar forma al texto.

Prat-Gay no es Cavallo ni nunca lo va a ser. Aunque se haya convertido, luego de la salida del cepo y el acuerdo con los holdouts, en uno de los ministros más respetados del gabinete. Esa impronta impersonal que Macri ha querido darle a su equipo económico, dividido en compartimientos y sin figuras acaparadoras, pretender ser también un gesto de autoridad. La actitud coincide con señales emitidas hacia afuera del Gobierno, incluso cuando la economía no ha despegado y todo está por verse. Esa repentina satisfacción que el veto a la ley antidespidos acaba de provocar entre algunos dirigentes de Pro abona un poco esta postura.

Es cierto que el paquete que se enviará al Congreso es el principio de una concepción más amplia que el Presidente tiene sobre la tributación y que prevé concluir, por ejemplo, con la eliminación total del impuesto a los bienes personales. Así lo viene diciendo Macri en reuniones internas. Pero ese afán por desconcentrar las decisiones y desoír a veces consejos de quienes tienen experiencia o creen tenerla en determinados ámbitos habla también del momento personal del jefe político en plena recesión: contra las inquietudes de empresarios, sindicalistas, adversarios e incluso compañeros de Cambiemos, está convencido de que el año terminará con el despegue de la economía. Quienes lo frecuentan lo notan no sólo envalentonado, sino con equilibrio emocional y hasta con tiempo para hobbies lejanos al estrés del poder. El más riesgoso de todos: un curso de piloto de helicóptero que hace desde el año pasado. También la cuestión afectiva parece saldada. Su padre, Franco, ya no representa como en el pasado una competencia. Prueba superada. Tampoco su primo Ángelo Calcaterra, que acaba de ser denunciado...

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