Nunca quietos

IQUIQUE, Chile.- La jornada no comienza cuando se lo desea. El primero de los 14 helicópteros que encienden los motores hace de despertador. Las comodidades hogareñas quedaron en el recuerdo, aunque después de tantos días de campamento, carpa y bolsa de dormir, ya casi no se las extraña. El hombre es un animal de costumbres, y vaya si aquí se ajusta a la realidad.El Dakar propone un estilo de vida diferente al citadino. Aquí no hay baños fijos, ni duchas con agua caliente; la cama es algo inalcanzable. El sol aún no se asoma por la cordillera y la acción no se detiene en el bivouac. Mientras los primeros motociclistas ya se preparan para otra jornada extenuante, los más rezagados recién entran en el campamento. Unos se van, otros vienen. Cada uno tiene su ritmo. Y en medio de ese movimiento interminable, la ciudad nómade, habitada por casi 3000 personas, se traslada de un lugar a otro bajo la perfecta organización francesa.El campamento está custodiado por seguridad militar. Allí se instala la carpa de comidas, la principal, punto de encuentro de todos. Con forma de herradura, allí no sólo se consume (previo paso de la acreditación ante un lector) decenas de miles de desayunos, raciones de alimentos, almuerzos (la mayoría de los participantes están en el camino) y cenas, a cargo de la empresa Sodexo, también francesa. Allí se busca distracción. Hay enriquecedoras charlas con colegas, amigos y desconocidos de otras nacionalidades. Todas las culturas juntas en el mismo campamento.Alrededor de la gran fogata, que ilumina las cenas y charlas de sobremesa, existe todo tipo de costumbres. Los argentinos toman mate; los más extravagantes para nuestra cultura comparten los narguiles, esas pipas conectadas con mangueras a un tubo decorado. Más allá de los hábitos culturales, el espíritu es el mismo: disfrutar de un desafío que para los participantes es todo.Tras el despertador volador, la salida de la carpa es tediosa, pero no hay tiempo para lamentos. Los más valientes pasan por las duchas, siempre frías y más aún después de las frescas noches en el desierto. Otros ya desarman las carpas y juntan las pertenencias para subir a un camión o dirigirse al aeropuerto, donde un avión de la Fuerza Aérea une los extremos de cada etapa (ver aparte).Al llegar al otro campamento, se ve cómo todo está armado como en el anterior. Absolutamente. En esos detalles se advierte la gran organización. Allí sí, con mayor tranquilidad -y mejor temperatura-, varios usan las duchas (una...

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