Lo nuevo de reponer lo viejo

El discurso es siempre revulsivo y a la vez genera un insoportable atractivo. En medio de la sorpresa que provoca escuchar lo impronunciable también estalla una mirada conspirativa que descalifica hasta lo más tangible. Nos dicen, por lo tanto, que hay otra realidad y que una confabulación siniestra y heterogénea la oculta. El cambio es entonces que un líder disruptivo viene a revelarnos otra verdad, la verdad, que en realidad es una versión maravillosa del pasado en contraposición con las ruinas del presente. El truco es simple: ofrecen reponer los días felices, como si no existiese un refrán que recuerda que "no hay peor nostalgia que añorar lo que nunca jamás sucedió". La ignorancia de parte de la clientela electoral colabora activamente.Con una escala global que atormenta todas las democracias, los márgenes de los sistemas políticos han avanzado en muchos países hacia el poder y la hegemonía. Si la convención actual indica que deben ser llamados populismos, mejor sería no olvidar que en la raíz de esos movimientos anida una categoría más antigua: son reaccionarios. Personajes como Donald Trump, Marine Le Pen o el recién llegado Jair Bolsonaro han irrumpido como lo nuevo en representación de un rechazo visceral al rumbo, la eficiencia y los resultados de las grandes democracias. Son lo nuevo que reclama la restauración de añoranzas del imaginario colectivo. Trump ganó hablándole a los nietos de la clase media baja que luego de la Segunda Guerra encontró la felicidad en la idea de que sus hijos estarían mejor que sus padres. Es la reconstrucción de un supuesto paraíso norteamericano. La hija de Le Pen, por citar solo uno de los casos europeos, sobrevende la idea de una Francia sin inmigrantes, blanca y cristiana. El vecino Bolsonaro acaba de llegar al poder en un raid a prueba de...